lunes, 10 de diciembre de 2007

ESA MUERTE NUNCA DEBIÓ OCURRIR


La crónica dice que hoy por la mañana fue encontrado muerto el represor, torturador y genocida Héctor Febres, en la habitación de la base de la Prefectura Naval en Tigre donde estaba detenido.

Parece que el criminal que estaba siendo juzgado tenía antecedentes de problemas cardíacos. Los guardia-cárceles lo encontraron muerto en su cuarto cuando entraron a las 10.30 de la mañana, extrañados porque no había salido a desayunar.

El próximo viernes iba a recibir sentencia.

No tendría que haber muerto.

Es la peor noticia que podríamos haber recibido. Lo lamentamos profundamente.

La muerte del ex prefecto será investigada. La querella sostiene que se deberá constatar si fue muerte natural o violenta.

Todo es posible y deberá investigarse, pero natural o violenta ESA MUERTE NUNCA DEBIÓ OCURRIR.

El delincuente genocida, para el caso, infame traidor a la patria, alias “Selva”, quién ensució el uniforme que le dimos para defender a nuestra sociedad con la sangre de los jóvenes, mujeres, niños, ancianos, que secuestró, torturó, asesinó y les robó desde la identidad hasta sus bienes; ese mismo “Selva”, decíamos, con su muerte natural o violenta, se va de este mundo sin ser juzgado, sin ser condenado y sobre todo sin confesar el destino de los niños que aún hoy están siendo desaparecidos por él.

Es terrible, ya que el crimen seguirá cometiéndose cada día mientras él ya está muerto.

El robo de identidad, la desaparición de esas personas que nacieron en cautiverio es un delito que cada día ocurre nuevamente.

Cuando esos bebés, ahora hombres y mujeres, se despiertan cada mañana siendo otros y no los que debieron ser, el crimen se comete nuevamente como un mítico ritual demoníaco.

Cuando alguno duda ante el espejo y ve que sus rasgos no coinciden con los de papá y mamá, cuando se dicen a sí mismos que nunca se harán un examen de ADN, el crimen se perfecciona.

Cuando esos desaparecidos cotidianos reflexionan y concluyen que esa mamá y ese papá no pueden ser apropiadores de bebés, el drama alcanza su máxima intensidad y el verdugo ya muerto sonríe y goza del placer perverso de su obra cumplida.

Cada niño nacido en cautiverio es hoy un hombre o una mujer que permanece desaparecido bajo una identidad falsa y representa el éxito del trabajo inmundo del sucio represor, éxito que nos insulta cada día.

Mientras no se hayan recuperado las identidades de todos esos niños, nuestra sociedad no podrá construir nada bueno, nada sano, nada.

Queda por agregar que para algunos de nosotros que creemos en el arrepentimiento y el perdón como herramientas fundamentales para la convivencia humana, en su huída final, Héctor Febres nos robó también la posibilidad de perdonar, ya que él nunca podrá arrepentirse y sin su arrepentimiento, el perdón no tendrá lugar.

Esta es otra consecuencia de la impunidad.




4 comentarios:

Hannah dijo...

Sí, estoy de acuerdo: esa muerte no debió ocurrir. Ninguna muerte debe ocurrir intencionadamente segando una vida, ninguna; pero esa tampoco pòr todo lo que expones y suscribo. Sí, es terrible y nos deja sobrecogidos e indefensos.
Un abrazo muy cálido
Hannah

Brujofer dijo...

Es lo primero que pensé cuando me enteré de la muerte del canalla.
Se fué guardando todo.
Esta muerte es una muestra más de la generosidad conque la democracia trata a genocidas-delicuentes-traidores. Tanto tardó en enjuiciarselo, que al hijo de puta se le agrava un problema coronario y se muere.
Se llevó el destino de cientos de desaparecidos. Se llevó las identidades de cientos de niños y niñas apropiados y engañados.
Se llevó una muerte tranquila, esa que no tubieron sus victimas. Esa que no tendrán quienes hoy los recuerdan.

Anónimo dijo...

Padre, hoy leo tu nota pero antes lei la nota del diario, envenamiento, suicidio, se sigue silenciando la verdad, siguen operando estas patotas, seguimos rodeados de demonios, este hijo de puta no tuvo los huevos que si tuvieron 30000 tipos de bancarse lo que venia, este hijo de puta no los tuvo.

MC dijo...

Yo escribi el post unas horas despues de difudirse la noticia de la muerte. En ese momento no se hablo de suicidio sino de muerte dudosa.
Yo estoy convencido que lo "suicidaron" para que no hable.
Están entre nosotros al acecho. Las bestias caminan libres por las calles y se dan el lujo de eliminar a sus propios esbirros.
Ni olvido ni perdón.

Abuelas de la Plaza