Arriesgar en público una opinión política en la argentina de hoy en este momento es arriesgado por muchos motivos.
De todos modos aquí va lo mío :
Nunca antes en nuestros casi doscientos años de existencia como estado independiente las posibilidades de la coyuntura fueron más promisorias.
El terrible proceso de concentración de la riqueza en manos de pocos y en detrimento de muchos que casi siempre funcionó aceitadamente estaba frenando e invirtiéndose tímidamente, muy tímidamente, pero como muy pocas veces en la historia de nuestra joven nación.
Los actores económicos y políticos que tradicionalmente detentan el poder se habían visto obligados a llamarse a un provisorio silencio y adoptar actitudes menos violentas que en otros períodos de nuestra historia nacional. Es decir, sin gobiernos de facto, sin terrorismo de estado, sin autoritarismos de clase apoyados en las armas del ejército. Sin represión indiscriminada, sin torturas sistemáticas, sin persecuciones políticas masivas, sin desapariciones masivas de personas, sin fraude patriótico, etc.
De ningún modo estamos en el paraíso, no, sólo que era uno de aquellos momentos en que si había vocación y decisión social podía iniciarse la reversión.
Se podía pensar en el comienzo de la construcción de un estado nacional argentino moderno, un poco mas justo, solo un poco mas libre. Se podía pensar que el terrible enfrentamiento social imperante podría lentamente ir siendo modificado a partir de la política, hacia una tregua que permitiera la reconstrucción en paz y con un cierto progreso material de nuestra sociedad de por sí terriblemente dañada particularmente desde 1976 hasta hoy.
Se podía pensar también en el cominezo de un lento pero no menos profundo trabajo espiritual que llevara a sanar a las personas tan dañadas que conformamos esta sociedad.
Se podía pensar que con el sistema democrático mas consolidado, que si bien “malo es el menos peor” nos permitiría a los ciudadanos tener la esperanza de que la miríada de intereses sectoriales siempre contrapuestos y en conflicto por naturaleza, podrían ser medianamente elaborados permitiendo la evolución de las relaciones sociales hacia un estado de menos injusticia, de menor grado de violencia, y una tendencia hacia reducción de las desigualdades sociales estructurales.
Podíamos imaginar que tal vez habiendo llegado al fondo ya se podía pensar en el camino del ascenso.
Una visión realista y no utópica de que era posible evitar por un momento las polarizaciones sociales y sortear las dificultades de no discriminar entre adversario y enemigo.
En fin, el “reformismo progresista moderno”.
Como buenos descendientes de
Ah!
Pues no señores, la cuestión es que no estamos en Europa, estas tierras no son Europa ni lo serán.
Y lo que es mas triste aún, para la Europa de nuestros suspiros nunca lo seremos.
Argentinos, aceptémoslo, estamos solos.
Con el Virrey Menem que se terpa al trono por izquierda para, después de castigar el estertóreo intento pequeño burgués de las clases medias representadas por el gobierno democrático de Alfonsín, dedicarse a profundizar la aplicación del modelo de la nueva derecha internacional indicado por sus amos.
Luego de la derrota de
El neo-liberalismo capitalista, que nada tiene que ver con “lo nuevo” ni con “la libertad” como arquetipos, mas sí con la ilimitada y cotidiana acumulación bienes y poder, como ideología dominante instalado a sangre y fuego por las dictaduras militares en representación de sus patrones económicos se encargaron de matar a todos los que pensaran diferente en aquellos años de plomo.
Tuvieron también la profesionalidad de eliminar también a la mayor parte de sus hijos, parientes en general, amigos, simpatizantes y vecinos, tal como las hordas bárbaras siempre lo hicieron en la historia humana, asegurándose un improbable renacimiento de la mala costumbre de “pensar mal” o simplemente “pensar” garantizando la instalación de lo “nuevo” por la “razón o por la fuerza” .
En ese contexto histórico, estamos hoy los argentinos atravesando la coyuntura de un posible nuevo enfrentamiento, como siempre distinto pero eternamente igual.
Una vez siendo muy joven e ignorante aún, ante las noticias cotidianas de alguno de los eternos conflictos en medio oriente cometí la tontería de preguntarle a un amigo porteño argentino de Villa Crespo de origen judío si se sentía mas judío o mas argentino.
Sabia y porteñamente me contestó : - me siento profundamente argentino mientras que algún boludo no me recuerde que soy judío, en ese momento me siento profundamente judío -.
Deseo profundamente que el gobierno de mi país y los dirigentes ruralistas tengan la suficiente cordura como para no colocarnos a todos frente a la necesidad de tener que optar por una u otra parte.
Por favor no nos obliguen a elegir por uno u otro.
Sé que hay mas, muchas mas “partes” en el juego no solo dos, muchos matices, varias opciones reales que deben estar en la discusión, nada en una sociedad es tan lineal y tengo mis propias opiniones al respecto.
De todas formas, llegado el caso en que si algún boludo, me hacen elegir entre las ganancias de los productores agrarios (pequeños, medianos y grandes) y la estabilidad del sistema democrático de mi país yo no tendré dudas sobre de que lado voy a estar.
MC
01/03/2008