A Dios rogando
Hoy el post lo escribe Horacio Verbitsky -
(extraído de la
nota publicada en P12 - 21-set-2014)
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Estatua de Maquiavello en Florencia |
Los
cuestionamientos del Vaticano a la economía capitalista y sus extremos
no son una novedad. Las coincidencias de ayer en el almuerzo del papa
Francisco con la presidente CFK se inscriben en una extensa tradición.
En diciembre se cumplirá un siglo y medio del Syllabus de los Errores,
que Pío XI publicó junto con su encíclica Quanta Cura. La última de esas
ochenta abominaciones del mundo moderno era “transigir con el progreso,
con el liberalismo y con la moderna civilización”. Como los excesos del
capitalismo eran una consecuencia del liberalismo político y del Estado
laico, la Iglesia Católica los enfrentó como parte de una única batalla
contra los enemigos de Dios. Esto está presente en las encíclicas De
Rerum Novarum, de 1891 (en la que León XIII sentó las bases de una
doctrina católica apta para confrontar con el avance del socialismo y
definió un salario justo que no debía ser inferior al costo de
mantenimiento del obrero y su familia, contracara de la doctrina
marxista del salario, el precio y la ganancia) y Quadragesimo Anno, de
1931 (con la que Pío XI expuso el carácter social de la propiedad,
rechazó al liberalismo y al marxismo y afirmó una tercera posición, de
convivencia entre capital y trabajo para el bien común y la justicia
social, que el peronismo adoptaría como bandera en la Argentina). Cuando
la guerra fría pareció inclinarse en contra del autodenominado
Occidente Cristiano, estas posiciones se hicieron más extremas, con las
Encíclicas de Juan XXIII (Mater et Magistra, de 1961) y Pablo VI
(Populorum Progressio, de 1967, que el diario Wall Street Journal
calificó de marxismo recalentado). En Centesimus Annus, de 1991, Juan
Pablo II declaró inaceptable que la derrota del socialismo dejara al
capitalismo como único modelo de organización económica, ya que para los
pobres, a la falta de bienes materiales se ha añadido la del saber y de
conocimientos, que les impide salir del estado de humillante
dependencia. En todos esos textos pontificios está el anticipo de la
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, de 2013, o La Alegría del
Evangelio, en la que Francisco rechazó una economía de la exclusión, la
idolatría del dinero, que gobierna en vez de servir, y la inequidad que
genera violencia. Lo hecho y dicho ayer es de estricta coherencia con
estos antecedentes.
Mutua conveniencia
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CFK y JMB en el Vaticano |
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Desde ese punto de vista, el encuentro en la residencia Santa Marta
ha sido de mutua conveniencia, un día después del fallo de la Cámara de
Apelaciones de Nueva York que dejó en pie las prohibiciones del juez
Thomas Griesa y en vísperas del duro discurso contra el
anarcocapitalismo financiero que la presidente pronunciará el miércoles
ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Todo gesto del hombre
del portafolios negro suma fuerza al reclamo contra las aberraciones del
sistema en que una ínfima minoría de especuladores puede bloquear los
acuerdos voluntarios firmados por más del 92 por ciento de los
acreedores de la Argentina. Despejadas las prevenciones personales entre
ambos, tampoco es novedoso que un liderazgo político busque reforzar su
legitimidad aproximándose a la Silla Apostólica. Pero ese movimiento
suele ser recíproco, y su contraparte es el fortalecimiento de las
posiciones eclesiásticas en la secularizada sociedad argentina, como
pudo apreciarse sin disimulos en la antesala de ayer. Desde que Agustín
P. Justo presidió el Congreso Eucarístico Internacional de 1934, lo
mismo han hecho gobernantes constitucionales y de facto, con la única
excepción de Néstor Kirchner. A través de voceros propios y ajenos,
religiosos y políticos,
Francisco actúa sobre la realidad nacional. Esta
semana lo hizo a través de tres sacerdotes muy próximos. Carlos
Accaputo, quien fue su principal operador político en el arzobispado
porteño, dijo que el Papa era solidario con los intereses de la
Argentina en el litigio con los fondos buitre, que tenía una relación
muy honesta y de confianza con Cristina y que para la Iglesia Católica
el sistema financiero debe estar al servicio de la economía real, que
genera trabajo, y no de una acumulación desencarnada de la vida del
hombre y de los pueblos. El jefe de protocolo del Vaticano,
Guillermo
Karcher, informó que al Papa le preocupaban “la gobernabilidad y la sana
democracia en la Argentina” y por eso recomendaba “cuidar a Cristina”.
El rector de la Universidad Católica Argentina (UCA),
Víctor Manuel
Fernández, dijo que el Papa relativizaba los escandalosos informes del
Observatorio de la Deuda Social de su universidad, según los cuales la
pobreza es hoy similar o peor que en la crisis de fin de siglo y que no
hablaba a través de los obispos. Tucho Fernández, a quien Francisco
designó obispo, será uno de los principales redactores de las
conclusiones del Sínodo sobre la familia, como lo fue del documento de
Aparecida hace siete años. Hasta llegó a decir que la metodología del
Observatorio “aporta una aproximación parcial, relativa y discutible
para analizar la realidad”.
La extraordinaria sutileza de esta maniobra
es imperceptible para el ojo no entrenado. Accaputo transmite las
mejores intenciones de la palabra oficial. Karcher repite el recado
ambiguo que su jefe comunica a todos sus visitantes argentinos y que el
encargado de relaciones exteriores del PRO, Diego Guelar, decodificó sin
ambages: “Está dando una señal de urgencia y de comprensión de que la
situación argentina es muy grave”.
La reflexión de Fernández agrega un
matiz alambicado. Primero difunde los informes del Observatorio, que
desconocen todos los avances logrados en una década de sostenida
reparación social, pero una vez logrado el efecto ensombrecedor desdeña
con elegancia su propia obra. Lo mismo hace su protector, quien en la
intimidad del almuerzo de ayer negó la preocupación por la
gobernabilidad del país, que sus múltiples voceros difunden. Ni siquiera
lo dijo él, apenas dejó que el eco de su voz resonara en las palabras
de Cristina durante su conferencia de prensa. Si la situación nacional
tuviera el desenlace trágico que Bergoglio presagió con insistencia
durante sus años frente a la Plaza de Mayo (como bien sabe el secretario
de Culto Guillermo Oliveri), el papa Francisco podría decir que hizo
todo lo posible por evitarlo, pero que sus esfuerzos no bastaron. Son
los milagros de proyectar sobre el vicario la doctrina de la doble
naturaleza, humana y divina, del fundador.