GARCÍA LINERA EXPLICÓ, EN ESPAÑA, LAS ONCE TESIS SOBRE LA REVOLUCIÓN EN BASE A LA EXPERIENCIA RUSA.
Miércoles 26 de julio de 2017
(MADRID-ESPAÑA).- El vicepresidente del
Estado, Álvaro García Linera, explicó, hoy, las once tesis sobre la revolución
en base a la experiencia rusa, esto en el coloquio “Tiempos salvajes a cien
años de la Revolución Soviética”, en el que también participó Pablo Iglesias,
líder del partido político español Podemos, en el marco de la presentación del
libro “1917. La Revolución Rusa cien años después”, el evento se llevó a cabo
en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, España.
El vicepresidente explicó sus tesis respecto a la
revolución en base a la experiencia rusa y cómo con estas lee la realidad
actual, así señaló, la primera: “toda revolución es una excepcionalidad, pero,
a la vez, es inevitable”.
“Es un hecho imprevisible, poco frecuente en la
historia de los pueblos, pero cuando sucede combina hechos irrepetibles ni en
el lugar ni en otro tiempo, pero, a la vez, son hechos inevitables en la
historia larga de cada país”, complementó.
Esto se debe a que tarde o temprano, toda sociedad
llega a un momento en el que “rompe” las tolerancias morales hacia sus
gobernantes, lo que lleva a un hecho revolucionario.
“No existe ninguna fórmula social que nos permita
predecirlos, pero por mucho esfuerzo que hagamos, los acontecimientos
revolucionarios desbordan, en su nacimiento, la capacidad predictiva que tiene
el cerebro, la ciencia, el análisis político y la propia intuición”, añadió.
Como segunda tesis, señaló que una revolución es
“una contingencia planificable, porque inicialmente una revolución es un
estallido de numerosas casualidades históricas que se mueven al margen del
voluntarismo militante de partidos, organizaciones o de activistas”.
Asimismo, enumeró algunas de las razones por las
que se puede dar una revolución: la intensificación de las carencias, la
pérdida de bienes, el bloqueo de los procesos de ascenso social y/o
desclasamiento social, crisis políticas, la pobreza, un agravio moral, la
creencia de que se posee algo, “en todo caso, ningún proceso revolucionario
imitará al precedente”, agregó.
Pero, indicó que cuando estalla esta suma de
casualidades, son las voluntades políticas organizadas las que orientan,
potencian, delimitan o direccionan las capacidades creadoras de la sociedad
movilizada.
La tercera tesis planteada por el vicepresidente
boliviano es que una revolución no es un acto sino un proceso en que ha de
darse un desborde democrático de la sociedad que lleva a la ruptura de los
dispositivos de dominación.
En este contexto relató los sucesos acontecidos en
el año 2000, en la Guerra del Agua, en la que todos los sectores sociales del
departamento de Cochabamba conformaron un bloque de defensa del líquido
elemento, “esa fue una revolución, una especie de licuefacción de las
tolerancias morales hacia los gobernantes y una politización masiva de las
clases subalternas que deciden deliberar y actuar directamente sobre los
asuntos comunes, es un momento de universalidad de la gente”, añadió.
García Linera indicó que en ese tiempo se registró
una especie de torbellino creador, como si el espacio y tiempo se comprimiera y
e cuando la gente asume una acción de involucramiento con la problemática de
los demás.
De igual manera, señaló que una revolución es el
conjunto de varias revoluciones que surgen por diferentes temas que se
interconectan, pero que se cruzan, “en el fondo, en torno a este caparazón que
llamamos revolución, lo que estamos viviendo es el surgimiento de múltiples
revoluciones que corresponden a la fragmentación social”.
“Ninguna revolución es un hecho homogéneo, toda
revolución es una sumatoria confusa, muchas veces, descoordinada de varias
revoluciones, participaciones e inquietudes que se presentan y visibilizan”,
además, agregó que “si una revolución es un hecho democrático por excelencia,
es un hecho de participación extraordinaria y masiva de la gente en los asuntos
que le interesa”.
También, afirmó que una revolución es un intenso
campo de lucha cultural y político en el que se dirime el liderazgo político,
moral e intelectual de su conducción. “Una revolución es un proceso comprimido
de construcción de mayorías movilizadas y ese es un hecho cultural político, y
estas mayorías se van haciendo y rehaciendo. Una revolución es una forma
condensada de hegemonía que en poco tiempo va a definir el horizonte general
del orden de vida de una sociedad”, explicó.
Además, aseveró que “en toda revolución preceden
las victorias culturales a cualquier tipo de victoria política y militar”.
El mandatario boliviano explicó que las clases
dominantes pueden perder, momentáneamente, el control del poder cultural, pero
que mantienen la propiedad de los medios de comunicación y “la presencia en el
sedimento profundo de las creencias populares, pueden perder el control del
gobierno, incluso, del parlamento; pero mantienen resortes financieros,
conocimientos administrativos e influencias externas que les permiten tener un
poder económico capilarizado al interior de la sociedad, y lo que no van a
aceptar es la pérdida del proyecto histórico, del monopolio y de la unicidad de
la voluntad general”.
De igual manera, García Linera expresó que una
revolución es una combinación de momentos gramscianos y jacobianos-leninistas:
lucha cultural, hegemonía cultural, momentos de fuerza centralizada y
nuevamente momentos de hegemonía.
“Los procesos revolucionarios enseñan que se
necesita combinar la base hegemonía cultural, con la necesidad de
centralización y de acción de fuerza política para imponer una dirección a las
fuerzas que se oponen e inmediatamente otra vez hegemonía, es decir: conquista,
derrota, conquista; seduce, derrota, seduce”, complementó.
Como octava tesis, indicó que la revolución es una
paradoja estatal insuperable y explicó que la revolución desorganiza y
fragmenta el viejo poder y lo hace “democratizando las decisiones públicas y
mediante la incorporación creciente de personas anteriormente no involucradas
en la política, esto para no tener problemas de organización del nuevo orden de
la sociedad”.
Al respecto, el vicepresidente aconsejó que no se
llegue a ningún extremo, es decir, que no se democratice todo porque se puede
llegar a procesos de debilitamiento, de desorden y de colapso económico y que
tampoco haya una centralización absoluta que puede llevar a una estatalización
de la sociedad, a una consolidación de clases sociales y a la reconstitución
del viejo régimen del capital.
García Linera señaló que la novena tesis dice que
la revolución es una invención práctica de nueva socialidad, “pues toda
revolución estalla por razones muy prácticas y en ellas es que se constituyen y
se disuelven sujetos colectivos, no hay ningún sujeto prestablecido, estos se
construyen y se forman en el mismo grupo, así como las nuevas formas de
gestionar la vida política y las cosas de interés común”.
Como décima tesis, aseveró que toda revolución es
una forma de conquistar tiempo para ampliar los resquicios de organización
económica y política que la sociedad civil quiere crear en su participación e
involucramiento práctico.
El mandatario boliviano dijo que es un tiempo
necesario para que ese tipo de revoluciones se den en otros lugares, para
captar nuevas personas que puedan asumir la unificación de necesidades y de
capacidades humanas, para impulsar formas de cooperación en la economía y la
política, también para generar formas de afecto cara a cara entre las personas
y para garantizar estabilidad económica, entre otras metas.
“En el fondo, una revolución es una desesperada
búsqueda de tiempo para permitir y brindar a la sociedad civil espacio para su
creatividad, para la ampliación de su democratización, para experimentar y
retroceder y volver a experimentar con mayor ímpetu nuevas formas de organización
social”, complementó.
Y como última tesis, García Linera dijo que
pareciera que toda revolución está condenada al fracaso, “pero, solo en el
fracaso, la sociedad y la historia avanzan; solo en el fracaso, los derechos de
la gente se amplían”.
“Esta es una tesis muy fuerte, si una revolución
que surge en un país, en este proceso amplio de democratización social
radicalizado no pasa de la casa a las calles, a las empresas, a los
parlamentos, a los ministerios; si esto no tiene un correlato de otros procesos
simultáneos en otros países que permitan que el intercambio económico de este
país, sus flujos financieros no se bloqueen, que la adquisición de tecnología
no sea impedida, si esto no sucede, una revolución está condenada al fracaso”,
explicó.
Entonces, enfatizó en que el tiempo se convierte en
el núcleo del hecho revolucionario, “tiempo para esperar que otros hagan lo
mismo, para generar nuevas formas internas para un nuevo salto más audaz en las
formas de gestión de la economía, para que otras experiencias puedan
articularse con otras y ese tiempo se lo tiene: garantizando un mínimo de
estabilidad económica y la ampliación de la democratización y participación”,
agregó.
Por otro lado, señaló que hablar de la Revolución
Rusa en la actualidad es muy importante porque interpela a la sociedad y al
hablar de ella también se lo hace de la revolución en general, “es una
narrativa recurrentemente presente en la historia de los países, lo ha sido, lo
es y lo seguirá siendo, entonces hablar de la Revolución Rusa es hablar de un
tema de actualidad”, acotó. “No pertenecemos a una generación que arrastra la
procesión ni de los muertos ni de los fracasos de la Revolución Rusa, no somos
una generación culpable, entonces, nuestra manera de verla es más franca, directa
y pragmática; pero sí nos acercamos a ella para alumbrar lo que estamos
haciendo y lo que podemos hacer”, aseveró.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario