sábado, 25 de julio de 2020

Pandemia nCovid19

fotograma de "The Green Mile"

información oficial sobre nCovid19 del Ministerio de salud al día 23/07/2020
 País  - 148027 contagios (3217.9 por millón)  - 2702 fall (58.7 por mill)
1.82% - mortalidad – duplicación de contagios 21 días.

PBA - 84918 contagios (5340.7 por millón) - 1357 fall (87.0 por mill)  - 1.60% mortalidad - duplicación de contagios 16.4 días

CABA  - 50816 contagios (16938.6 por millón)- 1009  fall (336.3 por mill) - 1.98% mortalidad - duplicación de contagios 26.5 días
Muchos tenemos  bastante clara la imagen de aquellos detenidos condenados a la pena de muerte en las prisiones de EEUU. Pasan años y hasta décadas en las celdas del corredor de la muerte, a pocos metros de la sala de ejecuciones, esperando que les llegue la salvación definitiva o el fatal desenlace, la espera es el sentido único de sus vidas mas allá del efectivo desenlace.
Es sabido que en los EEUU hay muchos movimientos sociales, organizaciones y personas que militan contra la pena máxima y ponen a disposición de los condenados medios y recursos para lograr indultos, apelaciones y hasta la abolición de la pena de muerte a nivel federal. Para el condenado lo importante es que la salvación le llegue antes que la ejecución, lo demás es anécdota. Lamentablemente la anécdota se convierte en lo sustancial de su cotidianeidad.

Desde fines del 2019 los habitantes del mundo y los argentinos desde hace más de cuatro meses, estamos en una situación bastante parecida a la de la aquella población carcelaria en espera de condena o del cumplimiento de la misma.

Con la pandemia desatada y el virus que circula y mata a muchos, todos estamos esperando alguna definición, algo que ponga fin a esta cotidiana espera que parece infinita. Sea una vacuna o un tratamiento efectivo, o el temido contagio y su posible consecuencia de sufrimiento y muerte.
Aquellas personas mayores de 60 años que tienen enfermedades crónicas preexistentes como cardiopatías o diabetes constituyen el 80% de los fallecidos por causa del virus. Esos son los que mas se asemejan a los presos que mencionamos al principio.

En nuestro país, se han contabilizado mas de 148.000 contagiados confirmados, algo así como 3 infectados por cada 10.000 habitantes, aunque se sabe que probablemente sean mas, muchos mas, los posibles asintomáticos no diagnosticados. Asimismo a esta altura ya se han producido aproximadamente 2700 decesos por causa de la enfermedad que produce el  virus. Casi 20 de cada 1000 infectados en CABA se muere mientras que en PBA son  16 de cada 1000 las víctimas fatales. Si tenemos en cuenta que el promedio de contagios diario ronda los 5500 - 6000 estaríamos esperando unos
Tomando estos valores como verdaderos mas allá de posibles manipulaciones o registros ineficientes o incompletos estos números parecen ser los característicos de la enfermedad en un ámbito donde la atención médica específica es de cierta calidad y por el momento está disponible para todos los que la necesiten.

En  otros países y en otros estadios de la pandemia la mortalidad ha resultado mucho mas elevada. En Canadá por ejemplo es del 7.8%, mientras que en países europeos como Francia, Gran Bretaña o Bélgica supera el 15%. Las diferencias en los valores puede residir en el hecho de que el sistema de salud llegó a colapsar y muchos enfermos no pudieron recibir atención médica adecuada o tal vez a que la cantidad de testeos y diagnósticos verificados haya sido insuficiente.
Por su parte  en Brasil o Chile ese índice ronda el 2.5 %.

Lo que es incontrastable es que con sistema de salud eficiente disponible o no, una importante cantidad de personas mueren por causa del virus. Según los registros actuales sobre casi 16 millones de infectados en el mundo son 643.000 las que de no existir el virus no hubieran fallecido. Esto nos dice que en promedio en el planeta mueren 4 de cada 100 infectados más allá de toda consideración acerca de lo bien o lo mal que se esté gestionando la pandemia.

Está claro entonces que la política aplicada por nuestro gobierno de tratar de contener el desbordamiento del sistema de salud por medio de una cuarentena temprana y sostenida junto con fuertes inversiones destinadas a fortalecer con recursos materiales y humanos a nuestro sistema de salud ha permitido que hoy estemos muy por debajo de los índices de mortalidad de otros países y con menos de la mitad del índice de mortalidad mundial.

El caso es que en medio de una innumerable y caótica colección de opiniones al respecto parece no quedar muy claro en la sociedad si esta medida sirve y para qué sirve. Desde muy diversos ángulos las opiniones transitan senderos que van desde la negación mas absoluta de la existencia del virus, su efectivo despliegue pandémico y su efectiva capacidad de muerte hasta aquellos que aseguran que es un castigo divino que inevitablemente borrará a todos los seres humanos de la faz de la tierra.

Pues bien, mientras aguardamos el desenlace - que no parece muy próximo - como quien se ha quedado prendido a una saga televisiva podemos reflexionar acerca de lo que nos ofrece mantenernos confinados lo mas que se pueda. En realidad la cuarentena no promete no enfermarnos, tampoco promete que saldremos con vida de esto. Ni siquiera es un seguro para que al final podamos volver a reunirnos y abrazarnos con seres queridos. La medida y su efectivo cumplimiento solo apunta a contener la difusión de los contagios y a mantener bajo el número de enfermos que requieran atención especializada que es el recurso escaso. Es decir que se busca una distribución adecuada del uso de los recursos disponibles a lo largo del tiempo. En otras palabras la cuarentena solo sirve para asegurar que no van morir personas por falta de atención en la puerta del hospital esperando que se desocupe un servicio UTI para ser ingresado pero hay que tener presente que de todos modos un porcentaje de los pacientes críticos mueren con o sin atención médica y la mayoría de los que sobreviven tendrán secuelas importantes que afectarán acortarán su sobrevida y su calidad de vida posterior.
La cuarentena solo es una medida paliativa, provisoria y temporal a la espera de una vacuna que nos evite la circulación del virus y el contagio o un tratamiento específico que evite que entremos en estado crítico y muramos una vez contagiados.
Volviendo a la analogía de los presos, vivir en cuarentena viene a ser algo así como vivir alrededor de  “la Milla Verde”, ese pasillo que separa las celdas de los reclusos condenados a la silla eléctrica, es decir esperando las sucesivas apelaciones de los abogados ante los tribunales superiores para ganar tiempo y mantener con vida al condenado hasta que la pena de muerte sea conmutada o definitivamente derogada o deseando un rápido y mortal desenlace que nos libre de la desesperación que provoca la languidez del encierro infinito.



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