Mi mamá sólo seguía pedaleando
"Con 15 años y un físico poco desarrollado, un técnico me denigró delante de todos: "Sos un cagón, sos un desastre. Nunca vas a llegar a nada. Vas a ser un fracaso", me dijo por no saltar en un córner.
Yo no quería volver a jugar nunca más, pero me repuse y seguí adelante, hasta demostrar que ese hombre estaba equivocado.
Así y todo, yo era muy chiquito y flaquito. A los 16, todavía no me habían promovido, y mi papá se empezó a preocupar. Una noche estábamos sentados en la cocina y me dijo: 'Tenés tres opciones: Podés trabajar conmigo. Podés terminar la escuela. O podés probar otro año más con el fútbol. Pero si no funciona, vas a tener que venir a trabajar conmigo'.
No dije nada. Era una situación complicada, necesitábamos la plata. Pero ahí saltó mi mamá y dijo: 'Un año más en el fútbol'. Eso fue en enero. En diciembre de ese año, en el último mes del plazo que nos habíamos puesto, debuté en Primera con Rosario Central.
A mi mamá y al fútbol le debo todo. Imaginen esto: una mujer andando en bicicleta por todo Rosario, con un pibe atrás y una nenita adelante, más un bolso deportivo, con mis botines y algo de comer, en el canasto de adelante. En subida. En bajada. Pasando por los barrios más difíciles. Bajo la lluvia. En el frío. De noche. No importaba. Mi mamá sólo seguía pedaleando".
— ÁNGEL DI MARÍA.
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