de traición que la sangre no borra."
Pablo Neruda
Dicen que estaba solo cuando ocurrió.
Lo dice una hechicera balbuceante, sucia y deforme.
Pero no fue así.
No estaba solo.
Allí estaban todos.
Mirándolo fijamente en la oscuridad.
Escuchando sus estertores en el silencio de la noche.
Esperando el último.
Estaban los torturados, con sus heridas sangrantes y sus gritos congelados,
los asesinados por la espalda,
los arrojados al río con sus cuerpos insoportablemente hinchados,
los fusilados sin juicio,
los embriones muertos en los vientres baleados de sus madres masacradas,
los adolescentes empalados, los obreros dinamitados arrastrando sus cuerpos deshechos,
los desocupados, los encarcelados, los analfabetos, los desuntridos, los apaleados,
los exilados y sus hijos y los hijos de sus hijos.
Estaban las abuelas y las madres.
Las que aún están vivas cada jueves
y las que se fueron antes y las desaparecidas y los padres y los amigos y los militantes.
Estábamos todos, junto a la bestia, mirando atentamente su agonía.
Estábamos todos esperando su último suspiro.
Hasta nunca general de los infiernos.
Luego seguimos con nuestros quehaceres.