24/03/18 - publicado en P12 - Panorama económico -
Por David Cufré
La
decisión que tomará en junio Morgan Stanley Capital International
(MSCI) sobre elevar o no a la Argentina de la categoría de mercado
fronterizo a emergente es observada por analistas financieros locales y
del exterior como un momento bisagra para el programa de gobierno. De
ello depende que las presiones cambiarias en aumento desde el 28 de
diciembre, cuando el equipo económico impuso el cambio de las metas de
inflación, desaten una corrida generalizada o, por el contrario, den un
respiro con el ingreso potencial de una corriente voluminosa de
capitales especulativos que amplifiquen la fiesta financiera. Esta
última opción no resolvería el problema crucial del agujero negro del
frente externo, sino más bien tendería a acrecentar el círculo vicioso
de fuga de divisas, endeudamiento y dependencia de los capitales
golondrina, pero al menos le permitiría al oficialismo ganar tiempo y
sostener el relato de que lo peor ya pasó. La alternativa opuesta, el
rechazo de MSCI a ubicar al país como opción de inversión para fondos
internacionales que dependen de esa calificación para orientar sus
divisas, agravaría un escenario de por sí complicado. Otra vez la
apuesta de las autoridades se ubica en el segundo semestre o, si se
quiere, a pasar el otoño. El año pasado MSCI le hizo ole al Gobierno
cuando resolvió no ascender a la Argentina a mercado emergente. El
desaire después de tantas pruebas de fe al dogma neoliberal aportó a un
salto devaluatorio de casi el 10 por ciento en un mes, al pasar el dólar
de 16,40 a 18 pesos, lo que obligó al BCRA a intervenir con fuerza para
desactivar la escalada. El triunfo electoral de Cambiemos en octubre
terminó por aplacar los ánimos. Sin embargo, el renovado vendaval desde
diciembre pone en manos de una entidad del establishment financiero
internacional el devenir de la cotización del dólar y las variables
encadenadas a ese precio. La pérdida de soberanía económica que supone
esta situación expone una de las debilidades estructurales del plan en
marcha.
MSCI clasifica a los países en tres categorías: mercados
desarrollados, emergentes o de frontera. La Argentina quedó en el último
escalón desde 2009, a partir de la decisión del gobierno kirchnerista
de regular la entrada y salida de fondos especulativos para evitar las
sobresaltos que ocasionan los movimientos bruscos de capitales por
factores internos o externos. De ese modo, el país quedó a mayor
resguardo de shocks inesperados como el que ocasiona en este momento la
guerra comercial entre Estados Unidos y China. Haber abandonado esas
regulaciones prudenciales, que en la actualidad recomiendan hasta
organismos como el FMI, arroja a la economía nacional como una cáscara
de nuez a un mar embravecido. El equipo económico dice estar confiado en
que este año MSCI premiará el ajuste fiscal y las reformas
estructurales, como la previsional, con el galardón de mercado
emergente. Ello habilitaría a fondos de inversión extranjeros que
manejan carteras de hasta 2 billones de dólares a comprar activos
financieros argentinos. Experiencias anteriores en países como Qatar
(2013), Emiratos Arabes Unidos (2014) y Pakistán (2016) provocaron
fuertes ingresos de capitales que catapultaron sus índices bursátiles
hasta un 40 por ciento. Esa es la expectativa del Gobierno como as en la
magna para la segunda mitad del año: obtener la bendición de MSCI y
renovar el crédito externo para seguir financiando desequilibrios
record. El déficit comercial, el saldo negativo por turismo, la fuga de
capitales y el pago de intereses de la deuda constituyen una amenaza
creciente. Si se obtura el acceso a los mercados o la llegada de
inversiones especulativas puede desencadenarse una crisis de
proporciones.
Ese estado de situación va hundiendo a la Argentina cada vez más en
la lógica del capital financiero. Se ve forzado a cumplir sus exigencias
para obtener el financiamiento que se torna indispensable. La primera
de ellas es el recorte del gasto público. Las consecuencias de esa
política se aprecian día a día con medidas como el cierre de
bachilleratos para adultos, la quita de pensiones por invalidez, los
despidos en el INTI o la disminución de recursos para ciencia y
tecnología, entre múltiples ejemplos. Un problema adicional de la
dependencia en aumento de lo que digan instituciones como MSCI es la
dificultad para romper con el esquema. Lo mismo hay que advertir sobre
decisiones como el ingreso a la OCDE, que promueve los mismos criterios,
o el acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea. Como
reconoció el jefe de la bancada oficialista en Diputados, Nicolás
Massot, en algún momento terminará la experiencia de Cambiemos en el
poder, pero todo lo que consiga avanzar con resoluciones como aquellas
harán mucho más empinada la cuesta para la fuerza política que lo
reemplace en la Casa Rosada.
La mirada de los inversores sobre la posibilidad de que MSCI
posicione a la Argentina como mercado emergente es algo menos optimista
que la del Gobierno. O, si se quiere, más precavida. Esto es porque el
año pasado daban por hecho el ascenso y se lanzaron a comprar bonos y
acciones locales anticipándose a un raid alcista que luego no adquirió
la intensidad prevista. Ahora esos inversores asumieron una posición un
tanto más conservadora. Se observa en la evolución del riesgo país desde
fines del año pasado. El cambio en las metas de inflación, que supuso
un golpe para la promocionada independencia del Banco Central, marcó un
punto de inflexión en la evolución de los títulos públicos. La
Argentina se separó del lote de países como Brasil o México y vio
aumentar su índice de riesgo en 200 puntos básicos. Si el mercado
estuviera confiado en que no habrá sorpresas, esa diferencia en lugar de
haber crecido habría experimentado la evolución contraria. Por ahora la
incógnita sobre cómo hará el Gobierno para superar los desafíos que
enfrenta inhiben una fiesta en los mercados. La suba de la tasa de
interés en Estados Unidos y la mencionada confrontación comercial entre
ese país y China asoman como complicaciones adicionales, de resultado
incierto.
Gobiernos provinciales, empresas y bancos quedaron atrapados de la
misma definición de MSCI para sus emisiones de deuda o lanzamientos
bursátiles. Si la resolución fuera favorable, tendrán espacio para sus
colocaciones en el segundo semestre, pero si llegara a producirse una
negativa como el año pasado, cargarán con los mismos inconvenientes que
el gobierno nacional. Varios de ellos especulan que MSCI dará una
respuesta positiva, dado que en junio de 2017 el argumento para
postergar el ascenso de Argentina a mercado emergente fue la existencia
de “riesgos políticos”, por la posibilidad de que Cambiemos perdiera las
elecciones frente a Cristina Kirchner. Pasada esa instancia, igual que
el macrismo, le prenden una vela a Morgan Stanley para sostener la
estantería.
Hasta la próxima