miércoles, 18 de diciembre de 2019

Reflexiones acerca de "la grieta", el neoliberalismo y el derrame de pobreza.


Basta recorrer la página de Facebook de la ANSES para encontrarnos con una miríada de momias babeantes que desde el 10 de diciembre a esta parte salieron del coma amarillito y pasaron de una larga letanía de interminables cuatro años de aplausos, agradecimientos y alabanzas a la anterior gestión que se robó el FGS impunemente, a las mas acérrimas críticas y reclamos contra la nueva gestión a menos de una semana de asumida porque "el bono es para las mínimas que son los que nunca aportaron y perjudica a los que aportaron toda la vida."

Es indignante saber además que hay muchos de estos adultos mayores resentidos y desagradecidos que hoy se quejan de la vuelta del peronismo y de "la chorra" que están cobrando una jubilación obtenida sin haber completado los aportes correspondientes aunque ocultan tan "vergonzante hecho". Es que ante el avance de la dad y el retrocso de sus ingreso cotidianos se vieron en la necesidad, ya sea porque dejaron de trabajar tempranamente, sea porque sus patrones los estafaron y jamás les hicieron esos aportes, sea por haber sido amas de casa, sea porque ellos mismos nunca quisieron trabajar en blanco porque "no les convenía", etc.
 
El cualquier caso se niegan visceralmente a reconocer que fue gracias a la legislación promulgada por el gobierno de CFK que avalaba la "moratoria" y el pago retroactivo y en cuotas de los aportes no efectuados lo que les permitió alcanzar el derecho a al haber jubilatorio y los beneficios asociados. Entre esos jubilados, quejosos opositores al nuevo gobierno, los hay quienes de no haber sido beneficiados por el anterior gobierno peronista de CFK hoy no tendrían ni esos pocos pesos ni atención médica gratuita ni acceso a remedios con descuentos o sin cargo, mas allá del lamentable deterioro del sistema previsional provocado ex profeso por el gobierno saliente

En vez de agradecer a los gobiernos peronistas de NK - CFK por eso y reconocer que fueron perjudicados por la administración macrista, esas personas se reconcentran en sus odios y resentimientos estériles y tóxicos que ni siquiera sirven a sus propios intereses. Esa es la famosa "grieta", la que divide a argentinos de similar condición socioeconómica que vienen siendo perjudicados históricamente por el sistema capitalista financiero usurario y explotador impuesto por la oligarquía y el imperio con la ayuda de una masa de mercenarios vernáculos que trabajan para ellos a cambio de pingües beneficios personales. 

Los dueños de la Argentina representan no mas del un 5% de la población. El resto se reparte entre los que aportan trabajo y producen riqueza a cambio de algunos beneficios menores que apenas permiten una subsistencia decente en el mejor de los casos o los que directamente mueren de hambre y por enfermedades curables. Esa es la grieta que debiéramos ser capaces de reparar aunque es una tarea harto difícil por lo menos en el corto plazo.  
Los factores de poder concentrados, la oligarquía y el imperio del norte y sus voceros, los medios masivos de comunicación, se aplican prolijamente cada día a fogonear ese resentimiento instalado en el alma de aquellas personas, sus parientes, sus amigos y conocidos para mantener esa grieta muy viva ya que es desde allí es que construyen el apoyo político al sistema de desigualdades imperante que permite la acumulación de riqueza y poder en cada vez menos manos a costa de los más.

En el siguiente cuadro, incluido en el informe "Una aproximación a la estructura social de la Argentina después de Macri"  elaborado por Claudio Lozano - Ana Rameri el 16/08/2019 y publicado por el Instituto IP y PP,  podemos ver claramente cual fue la evolución de la distribución del ingreso luego del llamado "experimento neoliberal" que en realidad tuvo muy poco de neo y menos de liberal sostenido por el "voto grieta"
 Analizando la evolución del denominado estrato acomodado vemos que había en 2015 una población de aproximadamente 2.0 millones de personas, que pasan a ser 2.3 millones en 2019 con un crecimiento cercano a las 300.000 personas en esa categoría. Si consideramos que unas 100.000 resultan del crecimiento poblacional vegetativo  quedaría un ascenso de aproximadamente 190.000 "nuevos ricos" proveniente de los otros segmentos mas bajos.

Asimismo es posible notar que de  los casi 2.0 millones de personas que dejan el estrato medio aproximadamente 1.800.000 descienden a los segmentos menos favorecidos. Por otra parte si a esto le agregamos el crecimiento poblacional vegetativo correspondiente tendremos que aproximadamente 1.700.000 de nuevos argentinos ingresaron directamente a los segmentos socioeconómicamente menos favorecidos, principalmente a los estratos indigente y pobre no indigente.


En conclusión se puede afirmar que socioeconómicamente hablando el experimento neoliberal dio como resultado:

el ingreso al Estrato Acomodado de:
  • 100.000 hijos de ricos que serán ricos de nacimiento.
  • 200.000 que ascienden de segmentos menos favorecido que serán nuevos ricos.


el ingreso a los Estratos Medio Frágil, Vulnerable, Pobre no indigente y Pobre indigente de:
  • 1.700.000 hijos de pobres es decir nuevos pobres estructurales.
  • 1.800.000 nuevos pobres descendidos de sectores medios que se van cayendo del sistema.
Para que ese nefasto experimento fuera políticamente viable, en 2015 una mayoría de votantes se expresaron en su favor, mayoría que se convierte en minoría en 2019 pero que aún representa mas del 40% de la población algo sí como 10.000.000 de personas. Tanto en 2015 cuanto en 2019 esos votos se corresponden con la opinión del llamado nucleo duro del macrismo donde militan activamente la mayoría de los 2.000.000 enmarcados en el Estrato Acomodado. El punto es que hoy mismo existen en nuestra sociedad unos 8.000.000 de personas que sin pertenecer a dicho estamento decidieron continuar dando apoyo a aquel desastre que nos muestran los números que hemos presentado. Podemos suponer que habrán unos 2.000.000 - que suponemos pertenecientes al segmento mas alto del estrato medio - que podrían tener algunas buenas razones para sostener el modelo macrista, aún así hacen falta otros 6.000.000 de voluntades para alcanzar el resultado de Juntos por el Cambio en Octubre de 2019.



Es entre estas gentes, hoy al otro lado de la grieta, que debiéramos encontrar a quienes se arrepientan, recapaciten, se informen, etc ... y reviertan su apoyos a quienes han destrozado las oportunidades de desarrollo de toda nuestra sociedad. Es imperioso que, además de retener el apoyo de quienes sí votaron por "les fernandez" encontremos entre esos 6 millones de los hoy opositores, a aquellos buena gente aunque desinformados, desorientados o indiferentes que podrían estar dispuestos a cambiar su decisión.

Aqui es donde cobran claro sentido político las plabras pronuncidas por el obispo de Mercedes - Luján el 08/12/2019 y el mensaje del papa Francisco ante los presidentes saliente y entrante.


Comienza el obispo su homilía hablando de la unidad ...

"En este día de la Virgen, nos pareció oportuno invitar a rezar por la Patria. La unidad es un don y es también una tarea."
y mas adelante siguió ...
"... debemos hacer todo lo posible por resistir y no caer en la tentación de querer destruir al otro. En la Patria, el otro es mi hermana, es mi hermano."

al respecto de la unidad agregó ...
" No se trata de una unidad homogénea o hegemónica, sino de una unidad necesaria para construir el País deseado y salir del laberinto en el que nos encontramos. El Papa Francisco nos invita a pensar en la figura del poliedro para vivir en una unidad que integra armónicamente las diferencias."
Cierra su alocusión remitiéndose nuevamente a las palabras de Francisco ...


"Les pido un favor: caminemos juntos todos, cuidémonos los unos a los otros, cuídense entre ustedes, no se hagan daño, cuiden la vida, cuiden la familia, cuiden la naturaleza, cuiden a los niños, cuiden a los viejos, que no haya odio, que no haya pelea, dejen de lado la envidia, no le saquen el cuero a nadie, dialoguen entre ustedes, que este deseo de cuidarse vaya creciendo en el corazón y acérquense a Dios."
Tengo el convencimiento de que el mensaje de Francisco que nos sugiere tomar el camino del diálogo y del amor para cerrar "la grieta" y que además parece estár en la base del discurso de Alberto y Cristina no significa perdonar genocidas para indultar sus condenas u olvidar los terribles crímenes y ofensas producidas por los gerenciadores del odio, la violencia y la muerte a lo largo de nuestra historia. No significa perdonar y olvidar. Significa en cambio tratar de acercarnos de forma conciliadora a aquella buena gente de la que hablábamos antes que hoy circunstancialmente habita el lado equivocado de la grieta. 

Nada fácil eso, por cierto. Particularmente para aquellos de nosotros hemos militado posiciones ideológicas y políticas duras e irreconciliables durante tanto tiempo. 

El caso es que hoy estoy convencido de que si no procuramos hacer realidad lo que nos propone Jorge Mario Bergoglio seguramente será irrealizable la tarea de construir una sociedad justa, libre y soberana donde podamos vivir en paz.





domingo, 15 de diciembre de 2019

Opinión: el renacimiento de la historia


El siguiente es un artículo firmado por Joseph E. Stiglitz,( mentor del actual ministro de economía Martín Guzmán) publicado en el portal Project- Syndicate el 4 de noviembre de 2019.

El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia


NUEVA YORK – Al final de la Guerra Fría, el politólogo Francis Fukuyama escribió un famoso ensayo titulado “The End of History?” [¿El fin de la historia?], donde sostuvo que el derrumbe del comunismo eliminaría el último obstáculo que separaba al mundo de su destino de democracia liberal y economía de mercado. Muchos estuvieron de acuerdo.
Hoy, ante una retirada del orden mundial liberal basado en reglas, con autócratas y demagogos al mando de países que albergan mucho más de la mitad de la población mundial, la idea de Fukuyama parece anticuada e ingenua. Pero esa idea aportó sustento a la doctrina económica neoliberal que prevaleció los últimos cuarenta años. Hoy la credibilidad de la fe neoliberal en la total desregulación de mercados como forma más segura de alcanzar la prosperidad compartida está en terapia intensiva, y por buenos motivos. La pérdida simultánea de confianza en el neoliberalismo y en la democracia no es coincidencia o mera correlación: el neoliberalismo lleva cuarenta años debilitando la democracia. La forma de globalización prescrita por el neoliberalismo dejó a individuos y a sociedades enteras incapacitados de controlar una parte importante de su propio destino, como Dani Rodrik (de Harvard) explicó con mucha claridad, y como yo sostengo en mis libros recientes Globalization and Its Discontents Revisited y People, Power, and Profits.

Los efectos de la liberalización de los mercados de capitales fueron particularmente odiosos: bastaba que el candidato con ventaja en una elección presidencial de un país emergente no fuera del agrado de Wall Street para que los bancos sacaran el dinero del país. Los votantes tenían entonces que elegir entre ceder a Wall Street o enfrentar una dura crisis financiera. Parecía que Wall Street tenía más poder político que la ciudadanía. Incluso en los países ricos, se decía a los ciudadanos: “no es posible aplicar las políticas que ustedes quieren” (llámense protección social adecuada, salarios dignos, tributación progresiva o un sistema financiero bien regulado) “porque el país perderá competitividad, habrá destrucción de empleos y ustedes sufrirán”.En todos los países (ricos o pobres) las élites prometieron que las políticas neoliberales llevarían a más crecimiento económico, y que los beneficios se derramarían de modo que todos, incluidos los más pobres, estarían mejor que antes. Pero hasta que eso sucediera, los trabajadores debían conformarse con salarios más bajos, y todos los ciudadanos tendrían que aceptar recortes en importantes programas estatales. Las élites aseguraron que sus promesas se basaban en modelos económicos científicos y en la “investigación basada en la evidencia”. 

Pues bien, cuarenta años después, las cifras están a la vista: el crecimiento se desaceleró, y sus frutos fueron a parar en su gran mayoría a unos pocos en la cima de la pirámide. Con salarios estancados y bolsas en alza, los ingresos y la riqueza fluyeron hacia arriba, en vez de derramarse hacia abajo. ¿A quién se le ocurre que la contención salarial (para conseguir o mantener competitividad) y la reducción de programas públicos pueden contribuir a una mejora de los niveles de vida? Los ciudadanos sienten que se les vendió humo. Tienen derecho a sentirse estafados. Estamos experimentando las consecuencias políticas de este enorme engaño: desconfianza en las élites, en la “ciencia” económica en la que se basó el neoliberalismo y en el sistema político corrompido por el dinero que hizo todo esto posible. 

La realidad es que pese a su nombre, la era del neoliberalismo no tuvo nada de liberal. Impuso una ortodoxia intelectual con guardianes totalmente intolerantes del disenso. A los economistas de ideas heterodoxas se los trató como a herejes dignos de ser evitados o, en el mejor de los casos, relegados a unas pocas instituciones aisladas. El neoliberalismo se pareció muy poco a la “sociedad abierta” que defendió Karl Popper. Como recalcóGeorge Soros, Popper era consciente de que la sociedad es un sistema complejo y cambiante en el que cuanto más aprendemos, más influye nuestro conocimiento en la conducta del sistema.La intolerancia alcanzó su máxima expresión en macroeconomía, donde los modelos predominantes descartaban toda posibilidad de una crisis como la que experimentamos en 2008. Cuando lo imposible sucedió, se lo trató como a un rayo en cielo despejado, un suceso totalmente improbable que ningún modelo podía haber previsto. Incluso hoy, los defensores de estas teorías se niegan a aceptar que su creencia en la autorregulación de los mercados y su desestimación de las externalidades cual inexistentes o insignificantes llevaron a la desregulación que fue un factor fundamental de la crisis. La teoría sobrevive, con intentos tolemaicos de adecuarla a los hechos, lo cual prueba cuán cierto es aquello de que cuando las malas ideas se arraigan, no mueren fácilmente. Si no bastó la crisis financiera de 2008 para darnos cuenta de que la desregulación de los mercados no funciona, debería bastarnos la crisis climática: el neoliberalismo provocará literalmente el fin de la civilización. Pero también está claro que los demagogos que quieren que demos la espalda a la ciencia y a la tolerancia sólo empeorarán las cosas. 

La única salida, el único modo de salvar el planeta y la civilización, es un renacimiento de la historia. Debemos revivir la Ilustración y volver a comprometernos con honrar sus valores de libertad, respeto al conocimiento y democracia. 
Traducción: Esteban Flamini

(*) Joseph E. Stiglitz, es Profesor en la Columbia University. Recibió la Medalla John Bates Clark (1979) y fue laureado con el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel (2001). Es conocido por su visión crítica de la globalización, de los economistas de libre mercado, a quienes llama "fundamentalistas de libre mercado"  y de algunas de las instituciones internacionales de crédito, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. En el 2000, fundó la Iniciativa para el diálogo político, un centro de estudios (think tank) de desarrollo internacional con base en la Universidad de Columbia (Estados Unidos), y desde el 2005 dirige el Instituto Brooks para la Pobreza Mundial, de la Universidad de Mánchester. Considerado generalmente un economista de la Nueva Economía Keynesiana. Su mas reciente libro es People, Power, and Profits: Progressive Capitalism for an Age of Discontent. ("Gente, poder y ganancias: capitalismo progresivo para una era de descontento." )



jueves, 5 de diciembre de 2019

La idolatría del mercado y los riesgos del idealismo criminal.


Lo que sigue es el discurso completo pronunciado por el papa Francisco el viernes 15.11.2019 ante los participantes en el XX congreso mundial de la Asociación Internacional de Derecho Penal en el Palacio Apostólico Vaticano que se celebró en Roma entre el 13 y el 16 de noviembre de 2019 y cuyo tema fue “Criminal Justice and Corporate Business”.

 




Discurso del Santo Padre


Ilustres señoras y señores:

Antes que nada, quiero disculparme por el retraso. Disculpad, ha habido un error de cálculo: dos citas importantes que han ido adelante. Ha sucedido lo contrario de lo que sucedió en el Libro de Josué: allí, el sol retrocedió; aquí el reloj, el sol, siguió adelante. Disculpadme y gracias por vuestra paciencia. Os saludo cordialmente y, como en nuestro encuentro anterior, os expreso mi gratitud por vuestro servicio a la sociedad y por la contribución que ofrecéis al desarrollo de una justicia que respete la dignidad y los derechos de la persona humana. Quisiera compartir con vosotros algunas reflexiones sobre temas que también interpelan a la Iglesia en su misión de evangelización y de servicio a la justicia y a la paz. Doy las gracias a la Prof. Paola Severino por sus palabras.

Sobre la situación actual del derecho penal

Desde hace varias décadas, el derecho penal ha incorporado -principalmente a partir de aportes de otras disciplinas- diferentes conocimientos sobre algunos problemas relacionados con el ejercicio de la función sancionadora. Me referí a algunos de ellos en el encuentro anterior[1] Sin embargo, a pesar de esta apertura epistemológica, el derecho penal no ha conseguido protegerse de las amenazas que, en nuestra época, pesan sobre las democracias y la plena vigencia del Estado de derecho. Por otra parte, el derecho penal a menudo pasa por alto los datos de la realidad y, de este modo, adopta la forma de un saber meramente especulativo.

Veamos dos aspectos importantes del contexto actual.

1. La idolatría del mercado.


La persona frágil y vulnerable se encuentra indefensa ante los intereses del
mercado divinizado, que se han convertido en la regla absoluta (cf. Evangelii gaudium, 56; Laudato si', 56). Hoy en día, algunos sectores económicos ejercen más poder que los propios Estados (cf. Laudato si', 196): una realidad que se hace todavía más evidente en tiempos de globalización del capital especulativo. El principio de maximización del beneficio, aislado de cualquier otra consideración, conduce a un modelo de exclusión - ¡automático, eh!- pernicioso para quienes sufren sus costos sociales y económicos en el presente, al tiempo que condena a las generaciones futuras a pagar sus costos ambientales. Lo primero que los juristas deberían preguntarse hoy es qué pueden hacer con el propio saber para contrarrestar este fenómeno, que pone en peligro las instituciones democráticas y el desarrollo mismo de la humanidad. En concreto, el reto actual para todo penalista es contener la irracionalidad punitiva, que se manifiesta, entre otras cosas, en el encarcelamiento masivo, el hacinamiento y la tortura en las cárceles, arbitrariedad y abusos por parte de las fuerzas de seguridad, la ampliación del alcance de la pena, la criminalización de la protesta social, el abuso de la prisión preventiva y el repudio de las garantías penales y procesales más básicas.

2. Los riesgos del idealismo criminal.

Uno de los mayores desafíos actuales de la ciencia penal es la superación de la visión idealista que asimila el deber ser a la realidad. La imposición de una sanción no puede justificarse moralmente por la supuesta capacidad de fortalecer la confianza en el sistema normativo y en la expectativa de que cada individuo asuma un papel en la sociedad y se comporte de acuerdo con lo que se espera de él.
El derecho penal, también en sus corrientes normativas, no puede prescindir de datos elementales de la realidad, como los que manifiestan la operatividad concreta de la función sancionadora. Toda reducción de esta realidad, lejos de ser una virtud técnica, contribuye a ocultar los rasgos más autoritarios del ejercicio del poder.


El daño social de los delitos económicos


Una de las omisiones frecuentes del derecho penal, consecuencia de la selectividad sancionadora, es la escasa o nula atención que reciben los delitos de los más poderosos, en particular la macro-delincuencia de las empresas. No exagero con estas palabras. Aprecio que vuestro congreso haya tenido en cuenta esta cuestión. El capital financiero mundial está en el origen de graves delitos no sólo contra la propiedad, sino también contra las personas y el medio ambiente. Se trata de delincuencia organizada responsable, entre otras cosas, del sobreendeudamiento de los Estados y del saqueo de los recursos naturales de nuestro planeta. 


El derecho penal no puede permanecer ajeno a conductas en las que, aprovechándose de situaciones asimétricas, se explota una posición dominante en detrimento del bienestar colectivo. Este es el caso, por ejemplo, de la reducción artificial de los precios de los títulos de deuda pública a través de la especulación, sinvpreocuparse de que esto afecte o agrave la situación económica de naciones enteras (véase Oeconomicae et pecuniariae quaestiones. Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico-financiero, 17).


Se trata de delitos que tienen la gravedad de crímenes de lesa humanidad, cuando conducen al hambre, a la miseria, a la migración forzada y a la muerte por enfermedades evitables, al desastre ambiental y al etnocidio de los pueblos indígenas.


La protección jurídica y penal del medio ambiente


Es cierto que la respuesta penal se produce cuando se ha cometido el delito, que no repara el daño ni evita la repetición y que rara vez tiene efectos disuasorios. También es cierto que, debido a su selectividad estructural, la función sancionadora suele recaer en los sectores más vulnerables. Tampoco ignoro que existe una corriente punicionista que pretende resolver los más variados problemas sociales a través del sistema penal.


En cambio, un sentido elemental de la justicia requeriría que ciertas conductas, de las que las empresas suelen ser responsables, no queden impunes. En particular, todas aquellas que pueden ser consideradas como "ecocidio": la contaminación masiva del aire, de los recursos de la tierra y del agua, la destrucción a gran escala de flora y fauna, y cualquier acción capaz de producir un desastre ecológico o destruir un ecosistema. Nosotros
debemos introducir- lo estamos pensando- en el Catecismo de la Iglesia Católica el pecado contra la ecología, el pecado ecológico contra la casa común, porque es un deber.


En este sentido, recientemente, los Padres del Sínodo para la Región Panamazónica propusieron definir el pecado ecológico como una acción u omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el medio ambiente. 

Es un pecado contra las generaciones futuras y se manifiesta en actos y hábitos de contaminación y de destrucción de la armonía del medio ambiente, en transgresiones contra los principios de interdependencia y en la ruptura de las redes de solidaridad entre las criaturas (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 340-344).[2]
 

Como se ha señalado en vuestros trabajos, el "ecocidio" debe entenderse como la pérdida, daño o destrucción de ecosistemas en un territorio determinado, de modo que su disfrute por parte de los habitantes se haya visto o pueda verse gravemente afectado. Se trata de una quinta categoría de crímenes contra la paz, que debería ser reconocida como tal por la comunidad internacional.
 

En esta ocasión, y a través de vosotros, quisiera hacer un llamamiento a todos los líderes y referentes en este sector para que contribuyan con sus esfuerzos a garantizar una protección jurídica adecuada para nuestra casa
común.


Sobre algunos abusos de poder sancionador
 

Para concluir esta parte quisiera referirme a algunos de los problemas que han empeorado en los años transcurridos desde nuestro encuentro anterior.
 

1. El uso indebido de la prisión preventiva. Había señalado con preocupación el uso arbitrario de la prisión preventiva. Lamentablemente, la situación ha empeorado en varios países y regiones, donde el número de presos no condenados ya supera con creces el 50% de la población carcelaria. Este fenómeno contribuye al deterioro de las condiciones de detención y es la causa del uso ilícito de las fuerzas policiales y militares para
estos fines[3]. La prisión preventiva, cuando se impone sin que se apuren las circunstancias excepcionales o por un período de tiempo excesivo, socava el principio de que todo acusado debe ser tratado como inocente hasta que una sentencia definitiva establezca su culpabilidad.
 

2. El incentivo involuntario a la violencia. En varios países se han llevado a cabo reformas de la institución de la legítima defensa y se ha afirmado que los delitos cometidos por agentes de las fuerzas de seguridad pueden justificarse como formas legítimas de cumplimiento del deber[4]. Es importante que la comunidad jurídica
defienda los criterios tradicionales para evitar que la demagogia punitiva degenere en incentivos para la violencia o en un uso desproporcionado de la fuerza. Son conductas inaceptables en un Estado de Derecho y, en general, acompañan a los prejuicios racistas y al desprecio de los grupos sociales de marginación.
 

3. La cultura del descarte y la del odio. La cultura del descarte, combinada con otros fenómenos psicosociales generalizados en las sociedades del bienestar, muestra una grave tendencia a degenerar en una cultura del odio. Se registran, desgraciadamente, episodios no aislados, que ciertamente necesitan un análisis complejo, en los que se desfoga el malestar social tanto de los jóvenes como de los adultos. No es casualidad que a
veces reaparezcan emblemas y acciones propias del nazismo. Os confieso que cuando escucho algún discurso, a algún responsable del orden o del gobierno, me vienen a la mente los discursos de Hitler en el 34 y en el 36. Hoy. Son acciones propias (del nazismo) que con su persecución contra los judíos, los gitanos, las personas de orientación homosexual, representa el modelo negativo por excelencia de la cultura del descarte y
del odio. Así se hacía en aquella época y hoy renacen estas cosas. Es necesario prestar atención, tanto en el ámbito civil como en el eclesial, para evitar cualquier posible compromiso -que se supone involuntario- con estas degeneraciones.
 

4. El lawfare. Periódicamente se verifica que se recurra a acusaciones falsas contra líderes políticos, concertadas con los medios de comunicación, los opositores y los órganos judiciales colonizados[5]. De esta manera, con los instrumentos propios del lawfare, se instrumentaliza la lucha, siempre necesaria, contra la corrupción con el fin de combatir a los gobiernos no deseados, reducir los derechos sociales[6] y promover un sentimiento de antipolítica del que se benefician aquellos que aspiran a ejercer un poder autoritario.
Y al mismo tiempo, es curioso que el recurso a los paraísos fiscales, que sirven para ocultar todo tipo de delitos, no se perciba como una cuestión de corrupción y delincuencia organizada[7]. Del mismo modo, los fenómenos masivos de apropiación de fondos públicos pasan desapercibidos o se minimizan como si fueran meros conflictos de intereses. Invito a todos a reflexionar al respecto. 
 

Llamamiento a la responsabilidad

Quisiera dirigir una invitación a todos vosotros, expertos en derecho penal y a cuantos, en sus diversas funciones, están llamados a desempeñar funciones relacionadas con la aplicación del derecho penal. Teniendo en cuenta que el objetivo fundamental del derecho penal es proteger los bienes jurídicos más importantes para
la colectividad, cada tarea y cada encargo en este ámbito tiene siempre una resonancia pública, un impacto en la colectividad. Esto requiere e implica al mismo tiempo una responsabilidad más seria para el operador de justicia, en cualquier nivel que se encuentre, desde el juez, pasando por el funcionario, hasta el agente de la fuerza pública. 


Toda persona llamada a desempeñar una tarea en este ámbito debe tener siempre presente, por una parte, el respeto de la ley, cuyas disposiciones deben observarse con un cuidado y un deber de conciencia adecuado a la gravedad de las consecuencias. Por otra parte, hay que recordar que la ley por sí sola nunca puede alcanzar los objetivos de la función penal; también debe aplicarse en beneficio efectivo de las personas afectadas. Esta
adaptación de la ley a la situación concreta de los casos y de las personas es un ejercicio tan esencial como difícil. Para que la función judicial penal no se convierta en un mecanismo cínico e impersonal, necesitamos personas equilibradas y preparadas, pero sobre todo apasionadas –apasionadas- por la justicia, conscientes del grave deber y de la gran responsabilidad que cumplen. Sólo así la ley -toda ley, no sólo la penal- no será un fin en sí misma, sino que estará al servicio de las personas implicadas, ya sean los autores de los delitos o los que han sido ofendidos. Al mismo tiempo, al actuar como un instrumento de justicia sustantiva y no sólo formal, el derecho penal podrá desempeñar la tarea de protección real y efectiva de los bienes jurídicos esenciales de la colectividad.
 

Y tenemos que ir ciertamente hacia una justicia penal restaurativa 
 
En todo delito hay una parte lesa y dos vínculos dañados: el del responsable del hecho con su víctima y con la sociedad. He señalado que existe una asimetría[8] entre el castigo y el delito y que la ejecución de un mal no justifica la imposición de otro mal como respuesta. Se trata de hacer justicia a la víctima, no de ajusticiar al agresor.
 

En la visión cristiana del mundo, el modelo de justicia encuentra la encarnación perfecta en la vida de Jesús, que, después de haber sido tratado con desprecio y hasta con violencia que lo llevó a la muerte, en última instancia, en su resurrección, trae un mensaje de paz, perdón y reconciliación. Son valores difíciles de alcanzar pero necesarios para la vida buena de todos. Y retomo las palabras de la profesora Severino sobre las cárceles:
las cárceles deben tener siempre (la) ventana, es decir, el horizonte. Apuntar a una reinserción y debemos, en esto, pensar profundamente en [la] manera de dirigir una prisión, en [la] manera de sembrar la esperanza de reinserción y pensar si la pena es capaz de llevar a esta persona.... y también el acompañamiento de esto. Y repensar seriamente la cadena perpetua.


Nuestras sociedades están llamadas a avanzar hacia un modelo de justicia basado en el diálogo, en el encuentro, para que, en la medida de lo posible, se restablezcan los vínculos dañados por el delito y se reparen los daños causados. No creo que sea una utopía, pero ciertamente es un gran reto. Un reto al que todos debemos enfrentarnos si queremos abordar los problemas de nuestra convivencia civil de una manera racional, pacífica y democrática.
 

Queridos amigos, os doy las gracias por tres cosas: por vuestra doble paciencia de esperar una hora y la otra paciencia de escuchar este discurso tan largo y también por este encuentro. Gracias. Y os aseguro que seguiré estando cerca de vosotros en este arduo trabajo al servicio del hombre en el ámbito de la justicia. No cabe duda de que, para aquellos de vosotros que están llamados a vivir la vocación cristiana del propio bautismo,
éste es un campo privilegiado de animación evangélica del mundo. Todos, también aquellos de vosotros que no son cristianos necesitamos la ayuda de Dios, fuente de toda razón y justicia. Invoco para cada uno de vosotros, por intercesión de la Virgen Madre, la luz y la fuerza del Espíritu Santo. Os bendigo de corazón y, por favor, os pido que recéis por mí. Gracias.
 

Referencias:
[1]Discurso a la delegación de la Asociación Internacional de Derecho Penal, 23 octubre de 2014.
[2] Documento Final del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica: Nuevos Caminos para la Iglesia
y para una Ecología Integral, 26 octubre 2019, 82
[3] Discurso a la delegación de la Asociación Internacional de Derecho Penal, 23 octubre de 2014.
[4] Discurso del Santo Padre Francisco a la Delegación de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte,
17 diciembre 2018.
[5] Homilía, 17 mayo 2018. L’Osservatore Romano (17 mayo 2018).
[6] Discurso a la Cumbre de los jueces panamericanos sobre derechos sociales y la doctrina franciscana, 4 de
junio de 2019.
[7] Oeconomicae et pecuniariae quaestiones. Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos
aspectos del sistema económico y financiero actual, 30.
[8] Carta a los participantes al XIX Congreso Internacional de la Asociación Internacional de Derecho Penal y al
III Congreso de la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología, 30 de mayo de 2014

lunes, 2 de diciembre de 2019

“La felicidad está más en dar que en recibir” (Hechos 20,23).


Este domingo falleció en la ciudad de Azul , Monseñor Miguel Esteban Hesayne, quien fuera obispo emérito de Viedma y que el próximo 26 de diciembre cumpliría 97 años. Este hombre dejó algunas enseñanzas y opiniones que vale la pena rescatar y no olvidar. 


No se puede ser cristiano y neoliberal

Por Miguel Hesayne *

Porque un cristiano es discípulo de Jesús cuyo mandamiento –eje de todo su mensaje– es el amor solidario, expresado en su sentencia lapidaria: “La felicidad está más en dar que en recibir” (Hechos 20,23).
Porque el perfil cristiano se define por la participación equitativa. Desde que Dios se hizo un hombre, llamado Jesús, la conducta de toda persona humana tiene el modelo de una existencia plena y realizadora de una convivencia en armonía pacífica. (...)
No se puede ser cristiano y neoliberal.
Porque el modelo de todas las actividades humanas del cristiano es Jesucristo y Jesús se presenta en su Evangelio como el “hombre para los demás...”. La personalidad cristiana madura consiste en un “darse” y el Espíritu que la anima y desarrolla es el mismo Espíritu que animó a Jesús en su paso por esta tierra... Es el mismo Espíritu del Resucitado que impulsa a cada cristiano a buscar alternativas sociopolíticas para que en el lugar donde vive vayan surgiendo signos de una sociedad fraterna, justa, solidaria. De lo contrario, defrauda a Jesucristo, que cuenta con lo limitado y poco de cada uno de sus discípulos para construir el “todo” de nueva sociedad que Paulo VI llamó la “civilización del amor”. Hay que pensar globalmente y obrar localmente.
Por el contrario, el sistema neoliberal –sistema socioeconómico, político y hasta cultural– en su misma dinámica interna busca, primariamente, el bienestar individual sin relación a los demás... sin relación al prójimo. Por eso, su política económica tiene como objetivo principal, y no pocas veces exclusivo, la acumulación de bienes y está animada a ultranza del espíritu de lucro, es decir, del deseo de obtener ganancias indefinidamente crecientes. Esto provoca la rivalidad y lucha entre los individuos para conseguir las mayores ganancias posibles y hace tender siempre hacia el monopolio que representa el máximo de libertad propia y el máximo de limitación ajena. Y también del espíritu de racionalización, es decir, se aprecia todas las cosas y las personas en función de rendimientos y costos financieros.
 

No se puede ser cristiano y neoliberal.
Porque el espíritu del neoliberalismo es diametralmente opuesto al Espíritu Santo, el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu que da la Vida y que configura el “ser cristiano”. Es opuesto al “plan de Dios de liberar a todos los hombre y a todo el hombre”. No niega a Dios y hasta invoca a Dios pero no es al Dios de Jesucristo.
De ahí, que no se puede anunciar a Jesús y llamar a convertirse al Evangelio, en forma real y concreta, sin denunciar la perversidad del sistema neoliberal. Por eso, en un país en el que se implanta el sistema neoliberal:
Se engendra la muerte social creando la clase de los excluidos por la desocupación que siembra.

Unos pocos pudientes, en poder y dinero, marginan fríamente a una mayoría sobrante

Se deshumaniza la técnica y se vacían de contenido humano los progresos económicos que en un proyecto cristiano han de ser puestos al servicio de todos en equitativa distribución.

Se altera y corrompe la libertad y la democracia porque no van acompañadas de los valores de la justicia y la verdad y el amor solidario.

Se impone en forma inflexible y dogmática la “ley del mercado” a tal punto que, de hecho, se niega alternativa alguna de convivencia comunitaria a causa de la absolutez de los intereses privados de una minoría omnipotente y muchas veces “secreta”.

En definitiva –por un “efecto dominó”– se violan todos los derechos humanos que permitan vivir en dignidad de persona humana. 

En fin, no se puede ser cristiano y neoliberal porque la Fe Cristiana promueve la cultura de la vida y la ideología neoliberal, en su realización histórica al menos, es la antesala de la muerte para una mayoría excluida de trabajo y vivienda digna, de salud, educación, alimentos básicos y recreación necesaria.
 

Con verdad, se negó identidad cristiana a grupos católicos pro marxistas; por la misma razón se ha de negar identidad cristiana a los católicos pro neoliberales. Los primeros levantan la bandera de la justicia pero sin libertad y desde la lucha de clases. Los segundos en nombre de la libertad “en una concepción economicista del hombre, consideran las ganancias y las leyes de mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos”, denuncia el papa Juan Pablo II en su Exhortación Postsinodal.

En la Argentina actual se denuncia la marginación y empobrecimiento de la población. Pero no se denuncia suficientemente y en forma concreta y clara y desde la fe en el Evangelio de la Vida, que la raíz de la injusticia social que padecemos con sus consecuencias de inseguridad y violencia está en la política económica neoliberal que vienen adoptando nuestros dirigentes desde hace ya varias décadas. Con un agravante del “doble discurso” de algunos gobernantes que cumplen con prácticas religiosas y aplican a rajatabla el sistema neoliberal. Frente al neoliberalismo, “la mejor respuesta –afirma Juan Pablo II– es el Evangelio...” y por eso, insta a que los pastores dediquemos “un mayor esfuerzo en la formación ética de la clase política”.

* Obispo católico

Abuelas de la Plaza