Lucía y el Negrito Avellaneda.
Cuando leí por primera vez acerca del trágico destino sufrido por Floreal Edgardo Avellaneda, conocido como el Negrito Avellaneda, arrancado de su casa de Munro y torturado, empalado y arrojado supuestamente vivo desde un avión sobre el Río de la Plata en 1976, a los 14 años, convirtiéndose así en una de las víctimas más jóvenes de los "vuelos de la muerte"organizados por la dictadura cívico - militar - eclesiástica, sentí tanta impotencia, bronca y asco que pensé que me ahogaba en esa rabia ardiente que subía desde el vientre y me estallaba en la garganta.
Un crimen asqueroso cometido por algunos hombres depravados que borrachos de poder y creyéndose omnipotentes por causa de una ideología hegemónica llevaron a cabo sobre el cuerpo y la persona de un hombre simplemente por sus ideas.
En aquellas épocas casi todos los crímenes de odio, basados en cuestiones de género, de religión, de raza, de orígen social, etc, exitían pero en general quedaban todos encubiertos e invisibilizados bajo el manto oscuro de la sangrienta represión política de la llamada "guerra contra la subvesión".
Los sectores dominantes de la sociedad aliados a los servicios de inteligencia de los EEUU ya convertida en principal potencia mundial, habían desatado un verdadero genocidio sobre las clases subalternas para modificar de base las condiciones subsistentes del proceso de cambio social generado durante el decenio peronista de 1945 a 1955 y lograr el disciplinamiento social según los dictados del modelo imperial para con nuestras sociedades capitalista-dependientes al sur del Río Bravo.
Impotencia, bronca, asco, rabia, emociones y sentimiento que se renuevan hoy cuando leo acerca del crímen aberrante de Lucía Pérez, la chica marplatense de 16 años que fue drogada y violada hasta la muerte. Un crimen asqueroso cometido por algunos hombres depravados que borrachos y creyéndose omnipotentes por causa de una ideología hegemónica, llevaron a cabo sobre el cuerpo y la persona de una mujer simplemente por serlo.
Pero ¿que es lo que une y al mismo tiempo separa ambos crímenes y sus protagonistas ?
Puedo imaginar que estando ya cerca de su muerte, el Negrito, seguramente bajo el efecto de alguna droga, supo que había sufrido y moría por algún ideal, su familia, el partido, la lucha de clases, los pobres, o simplemente para proteger a su padre también militante como él. Nunca sabremos si a esa hora renegó de todo aquello que lo hacía sufrir o en cambio reafirmó sus convicciones.
También trato de imaginar cuales serían los pensamientos de Lucía, también drogada, momentos antes de colapsar irreversiblemente ante el dolor provocado por la tortura. No lo logro. Estoy casi seguro que no tenían ninguna similitud con los del Negrito. Tal vez ni pudo ser consciente siquiera de que sufría y moría simplemente por ser mujer.
Los casos personales son eso, personales y no tenemos ni ni intención, ni informacion suficiente ni autoridad moral para emitir juicios de valor acerca de cada uno de ellos. Ni es mejor el Negrito por que tal vez pudo pensar en sus ideales ni es peor Lucía porque probablemente nunca tuvo consciencia de la razón de su muerte. Cada uno de ellos fue producto de su época y así sus casos dan cuenta del tipo de sociedad que les tocó para vivir y morir.
Los dos crímenes de similares caraterísticas cometidos con 40 años de diferencia nos muestran un antes y un después en la historia de una sociedad que nos pesa. Un antes de la destrucción del tejido social llevado a cabo por las elites dominantes y un después de producido ese enorme y doloroso desgarro que nos dejó separados unos de otros librados a la ebilidad del individualismo hegemónico.
El Negrito sufría y moría en una sociedad donde algunos comenzaban a decir "por algo será" para justificar la desaparición forzada de personas. Lucía, en cambio, sufrió y murió en una sociedad donde el "por algo será" está definitivamente instalado y es jurispridencia en importantes segmentos de la población especialmente en los sectores subalternos medios y bajos que se preguntan como se vestía cuando iba a bailar a los boliches.
Hasta la próxima.
Cuando leí por primera vez acerca del trágico destino sufrido por Floreal Edgardo Avellaneda, conocido como el Negrito Avellaneda, arrancado de su casa de Munro y torturado, empalado y arrojado supuestamente vivo desde un avión sobre el Río de la Plata en 1976, a los 14 años, convirtiéndose así en una de las víctimas más jóvenes de los "vuelos de la muerte"organizados por la dictadura cívico - militar - eclesiástica, sentí tanta impotencia, bronca y asco que pensé que me ahogaba en esa rabia ardiente que subía desde el vientre y me estallaba en la garganta.
Un crimen asqueroso cometido por algunos hombres depravados que borrachos de poder y creyéndose omnipotentes por causa de una ideología hegemónica llevaron a cabo sobre el cuerpo y la persona de un hombre simplemente por sus ideas.
En aquellas épocas casi todos los crímenes de odio, basados en cuestiones de género, de religión, de raza, de orígen social, etc, exitían pero en general quedaban todos encubiertos e invisibilizados bajo el manto oscuro de la sangrienta represión política de la llamada "guerra contra la subvesión".
Los sectores dominantes de la sociedad aliados a los servicios de inteligencia de los EEUU ya convertida en principal potencia mundial, habían desatado un verdadero genocidio sobre las clases subalternas para modificar de base las condiciones subsistentes del proceso de cambio social generado durante el decenio peronista de 1945 a 1955 y lograr el disciplinamiento social según los dictados del modelo imperial para con nuestras sociedades capitalista-dependientes al sur del Río Bravo.
Impotencia, bronca, asco, rabia, emociones y sentimiento que se renuevan hoy cuando leo acerca del crímen aberrante de Lucía Pérez, la chica marplatense de 16 años que fue drogada y violada hasta la muerte. Un crimen asqueroso cometido por algunos hombres depravados que borrachos y creyéndose omnipotentes por causa de una ideología hegemónica, llevaron a cabo sobre el cuerpo y la persona de una mujer simplemente por serlo.
Pero ¿que es lo que une y al mismo tiempo separa ambos crímenes y sus protagonistas ?
Puedo imaginar que estando ya cerca de su muerte, el Negrito, seguramente bajo el efecto de alguna droga, supo que había sufrido y moría por algún ideal, su familia, el partido, la lucha de clases, los pobres, o simplemente para proteger a su padre también militante como él. Nunca sabremos si a esa hora renegó de todo aquello que lo hacía sufrir o en cambio reafirmó sus convicciones.
También trato de imaginar cuales serían los pensamientos de Lucía, también drogada, momentos antes de colapsar irreversiblemente ante el dolor provocado por la tortura. No lo logro. Estoy casi seguro que no tenían ninguna similitud con los del Negrito. Tal vez ni pudo ser consciente siquiera de que sufría y moría simplemente por ser mujer.
Los casos personales son eso, personales y no tenemos ni ni intención, ni informacion suficiente ni autoridad moral para emitir juicios de valor acerca de cada uno de ellos. Ni es mejor el Negrito por que tal vez pudo pensar en sus ideales ni es peor Lucía porque probablemente nunca tuvo consciencia de la razón de su muerte. Cada uno de ellos fue producto de su época y así sus casos dan cuenta del tipo de sociedad que les tocó para vivir y morir.
Los dos crímenes de similares caraterísticas cometidos con 40 años de diferencia nos muestran un antes y un después en la historia de una sociedad que nos pesa. Un antes de la destrucción del tejido social llevado a cabo por las elites dominantes y un después de producido ese enorme y doloroso desgarro que nos dejó separados unos de otros librados a la ebilidad del individualismo hegemónico.
El Negrito sufría y moría en una sociedad donde algunos comenzaban a decir "por algo será" para justificar la desaparición forzada de personas. Lucía, en cambio, sufrió y murió en una sociedad donde el "por algo será" está definitivamente instalado y es jurispridencia en importantes segmentos de la población especialmente en los sectores subalternos medios y bajos que se preguntan como se vestía cuando iba a bailar a los boliches.
Hasta la próxima.
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