No me cae bien, me causa una pésima impresión casi tanto como Bergoglio o Macri por ejemplo.
Me cae mal desde que abre la boca para proferir la sarta de peligrosas frases que enhebra en ese discurso fascista que le ha dado en proferir.
"Los argentinos estamos acostumbrados a no movernos hasta que nos tocan el bolsillo."Claro que si de borrar la memoria se trata que mejor que olvidar a los miles de argentinos que salieron a luchar por hacer de ésta una tierra mas justa.
Que mejor que nunca reivindicar a todos aquellos que en silencio o a los gritos enfrentaron y resistieron las persecuciones, las balas, los secuestros, las torturas, las desapariciones, los fusilamientos, los vuelos de la muerte, el robo sistemático de identidades, el robo de propiedades, el exilio y la miseria, el embrutecimiento, la pobreza, las enfermedades, el escarnio, las deportaciones, las migraciones, la desocupación, la marginalidad y la exclusión.
Qué mejor!
Que mejor que nunca mencionar cómo es la verdadera historia!
Qué mejor para ello que estar del lado de Clarín por cierto!
Esto me lleva sin mas trámite a recordar.
A recordar un otro rabino.
Uno muy diferente.
Uno que jamás me cayó simpático porque nunca trató de serlo ni falta que hacía .
Uno que jamás me pareció fanfarrón, ni petulante, ni patotero.
Uno que no necesitaba más que hablar con la verdad.
Uno que para conocerlo solo bastaba ver con quién se juntaba. (aquí nota en Crítica sobre el referente de la comunidad judía Bet El)
Aquel que denunciara hasta el cansancio toda la devastación que caía sobre el pueblo argentino en épocas de la dictadura genocida.
El rabino Marshall Meyer me caía bien, no por rabino claro.
Me caía bien porque era un verdadero líder espiritual si de eso se trata. Luchador por la libertad y los derechos humanos y que no tiene un ápice que ver con éste fascista altanero y ufano de gorrito mediático que se arroga el rol de fiscal de la república acusando al gobierno de "pretensión hegemónica" y de "ir por todo" para defender a los enemigos del pueblo, a los cómplices de los acusados por Marshall Meyer.
Para ello el devenido luchador por la seguridad policial y los monopolios mediáticos se coloca sin el menor disimulo codo a codo con los peores, sale a la calle de la mano de los poderosos intereses de minorías verdaderamente hegemónicas.
Minorías que desde el control y dominio económico son las proberviales dueñas de la tierra, de los medios de producción, de medios de comunicación, de la fuerza de trabajo y hasta de las almas del pueblo.
No falta allí ninguna de las corporaciones que históricamente han detentado el poder y gobernado nuestro país durante dos siglos salvo muy honrosas, escasas y efímeras excepciones.
Allí están todas salvo una, la corporación militar. La que fuera el brazo armado de aquellas, hoy derrotada y cuasi inoperante razón por la cual entoncs se ven obligados a emerger movilizando ellos mismos, los representantes corporativos, los Bergoglio, los Bergman, los Biolcatti, los Deángeli, los De Narváez, los Cobos, los Carrió y ni que hablar de los Clarín , La Nación, La Nueva Provincia y la Camara de Comercio Americana en la Argentina, y los que sean necesarios.
Todos ellos criados por la misma madre, la democracia burguesa, tan usada, violada y golpeada como muchas de las mujeres del mundo.
Todo ellos hijos del mismo padre, el fascismo oscurantista y retrógrado, tan bruto, hipócrita y matón como muchos de los hombres con poder en el mundo.
Rabino Bergman, usted me desagrada profundamente.
Claro que no usted solo.
Hasta la próxima.
PD: "A mi esposo le daría vergüenza saber que un rabino argentino como Bergman propuso cambiar la palabra libertad por seguridad en el himno argentino."
ver el post de Eva en La cosa y la causa con la carta de la esposa del Rabino Marshall Meyer a La Nación.