Aquel de octubre del ´45 yo no había nacido aún y ni proyecto era, y los siguientes no se conmemoraban en mi casa. Mis padres habían sido profunda y activamente antiperonistas y si bien no tengo datos fehacientes, supongo que en setiembre en el ´55 cuando yo tenía tres años, celebraron como tantos la "fuga del tirano".
Entonces mis 17 de octubre no fueron como los de otros peronistas de mi edad practivamente nacieron en cuna peronista y que conmemoraban en la clandestinidad y entre familiares y compañeros frente a las imágenes prohibidas del General y la Señora con ritos cuasi religiosos. O como los jóvenes militantes de la resitencia que se concentraban en una esquina céntrica a silbar la marchita unos minutos para provucar y luego desparecer rápidamente o como esos obreros metalúrgicos de Pirelli llevando subrepticiamente impertinentes flores al busto de Evita en la planta de Mataderos bajo la mirada cómplice de los guardias.
Yo tuve que recorrer otros caminos para construir mi 17 de octubre para que tuviera un sentido mas allá de la intelectualización y valoración moral de aquel hecho histórico. Tuve que atravesar un penoso proceso hacia la construcción del sentido que
tenía para el pueblo peronista ese día prohibido, día que a mi alrrededor
no se mencionaba siquiera aunque yo percibía claramente el molesto
nerviosismo que se derramaba a medida que se acercaba la fecha maldita.
Mis 17 de octubre fueron por ejemplo días como el
9 de julio de 1966, cuando por primera vez ví un desfile militar por televisión, sentado en el líving de mi casa junto a mi abuela. Allí estaba el ya viejo y aparatoso Norge a válvulas que le habíamos comprado, muy usado, a madame Simone y su esposo que vivían en el departamento de enfrente y que ahora regresaban a su Francia añorada. Yo tenía 14 años y me llamó la atención ver al reciente y aparatoso presidente de facto de nuestra Nación, un militar de gesto adusto y profusos bigotones que todo lo miraba con unos perversos ojos de rinoceronte. Había asumido de prepo el 28 de junio de ese año y pensaba quedarse allí para siempre. Apenas 20 días después, mi vieja era arrojada de la facultad, despojada de sus derechos como docente y rotos para siempre sus sueños de desarrollo académico. Mirando las lágrimas de mi madre, se formaron en mi mente las primeras preguntas acerca de lo social y del rol de las FFAA en este sentido. Los soldaditos estaban dejado de ser juguetes de plomo para convertirse en un factor de poder social.
¿Peronismo? ¿Que era eso? No pasó mucho tiempo y comencé a leer, ávidamente, como siempre pero diferente. Salté de casi sin respirar de los Salgari y Swift a los Fanon, Trotsky, Marx, Hitler, Lenin, Malaparte, Remarke, etc y así me fui construyendo perfilando como buen zurdito bajo la benévola y complaciente mirada de mi padre. Pero algo me hacía ruido y Fanon era el culpable. Un dirigente socialista representando a la Argelia colonizada y en guerra con la metrópolis desafiando a su par Mitterrand, también socialista dirigente por la Francia colonizadora en guerra con la colonia. - ¿El pueblo donde está? - era la pregunta. ¿Tendrá eso que ver con el peronismo?
Mi segundo 17 de Octubre fue el 29 de mayo de 1969. También al Cordobazo lo vi por el viejo y epiléptico Norge a válvulas, pero a esa altura yo ya sabía que era la guerra fría, quién era Lumumba, ya había llorado el asesinato del Che y participado en la toma de mi escuela secundaria, un industrial en un barrio del conurbano que supo tener por nombre el de la señora María Eva Duarte de Perón - la abanderada de los humildes - según descubrí en los sellos en los libros de la biblioteca de la escuela que los milicos mandaron tachar con odio para sobreimprimir el de Güemes.
¿Güemes contra Eva?, me llamó otra vez la atención, ¿Quién habría sido esta Eva que había que recurrir al tamaño del prócer guerrillero de la independencia para invisibilizarla? Con el Cordobazo comprendí, junto con muchos otros, que con las dictaduras no se discute, se las combate, como lo hizo el pueblo cordobés. Allí estaba el pueblo sin dudas. Allí estaba el peronismo proscripto.
Mi tercer 17 de octubre fue el 22 de agosto de 1972.
El último y decadente representate del ridículo onganiato declara la guerra a los combatientes populares y en un acto de orgullosa perversidad manda fusilar a los presos políticos en Trelew.
Pocos días después, el 17 de noviembre, un grupo de oficiales y suboficiales jóvenes del batallón de Infantería de Marina de la Escuela de Mecánica de la Armada se subleva en rechazo a lo que se venía y son echados de la fuerza.
Uno de los que decidieron no ser Astiz, Julio César Urien, declaró que un oficial superior le había dicho que no se preocupara por unas decenas de muertos ya que pronto serían miles. Otra vez la pregunta- ¿El pueblo donde está? - Allí en los cuerpos de los asesinados. Por esos años me interesé por las biografías de unos generales Valle, Mosconi y Savio. Recién cuarenta años mas tarde se haría justicia.
Mi viejo estaba devastado por la masacre de Trelew y cayó en la cuenta de que yo había dejado de ser un zurdito y ya era peronista.
Los años de lectura de las crónicas, análisis y ensayos recién emergen como saldo a favor para entender por donde pasaba lo que pasaba en mi país cuando comprendí y sentí lo que era el peronismo en la experiencia, en el territorio, en la piel.
Hasta el próximo 17.