sábado, 10 de noviembre de 2007

Ficción

Hoy para variar, quiero regalarles un pequeño relato mío, pura ficción resultado de mis injustificadas veleidades de escritor.
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FOTOS

Roberto estaba inquieto, tenía ganas de orinar. El frío, los nervios, quién sabe.
Recorrió una y otra vez la galería. Al final, la puerta de hierro con vidrios opacos seguía cerrada. Va y viene sin fin sobre las baldosas azules y blancas. Damero infernal en la espera y el frío que se trepa inflexible, sube y alcanza las rodillas y se instala. Igual que antes, allá, en el jardín.
La mamá de Irma por fin le abre la puerta de hierro y le franquea el paso.
Entra al comedor oscuro con pasos crujientes sobre la pinotea, se acerca al baúl, levanta la tapa y mira. Allí esta todo. Esa habitación húmeda y fría le habla de ausencias y lo estremece. El misterio está siempre presente allí.
Sale del comedor corriendo, tropezando casi con la anciana que caminaba hacia la cocina. Espera unos interminables instantes mientras ella gira despaciosamente la cabeza para mirarlo sorprendida y entonces le pide permiso para pasar al baño.
En el baño, al final de la galería, mas frío aún que el comedor pero lleno de luz rebotando en los azulejos, con la mano izquierda apoyada junto al botón del inodoro y las piernas separadas, descarga, entre urgente y aliviado, el chorro amarillo caliente contra lo blanco del inodoro mientras mantiene la vista fija en la claraboya que da al patio. Desde allí ve las tablas y los ladrillos que quedaron olvidados hace tiempo.
Piensa. ¿Vendrá? Tiene que venir.
Termina, sacude, guarda y cierra la bragueta. Gira hacia el lavabo también blanco para lavarse las manos. Se mira brevemente en el espejo roto pero inconsistentemente limpio como toda esa vieja casa en ruinas.
Vuelve al comedor y se sienta en el sillón junto al baúl. Está a oscuras, enciende un cigarrillo y espera.Ya tiene que estar por llegar, son casi las seis.
Se incorpora y enciende la luz junto a la puerta. Sobre la mesa, el gato gris de la madre de Irma, dormita. Lo imagina soñando sueños revolucionarios. Es el mismo que aparece sobre la falda de doña María en la foto que está sobre la cómoda. Al lado de la otra. Esa en que está el padre de Irma, joven con la madre a la izquierda sonriendo los dos y junto al otro hombre también joven y también sonriente, de barba rala y con traje de fajina que sostiene a una bebita entre sus brazos. La bebita es Irma recién nacida.
Al pié, se lee una dedicatoria y una firma.
CHE. LA HABANA. 1959.
Y esta que no viene. Ya no me banco esta casa helada. Los nervios me llevan el alma.
Curiosea sin ver entre los libros, los adornos y los recuerdos de muchos otros tiempos.
El gato sigue durmiendo sobre la mesa entre los ceniceros llenos de puchos de la noche anterior. Signos de mil palabras ahora trasnochadas pero que flotan aún entre vasos, libros, algunos apuntes y mas fotos.
Cruje la pinotea a cada paso lento. Roberto tiene el estómago en un puño. Frío, miedo, nervios. Hoy es el día, vamos a pegarles fuerte a esos hijos de puta, pensó.
La puerta de hierro rechinó. Roberto dio un respingo y corrió. Irma entró cargada con su bolso, libros y carpetas de la facultad. Sintió su cara helada contra la suya cuando se besaron.
La cara crispada. Se pudrió todo. Lo pescaron al Negro volanteando en la puerta de la facu y se lo chuparon. El Tata se escondió en un rincón del sótano y después consiguió rajar por una ventana. Él vino a avisarnos al bar.
Lo van a apretar al Negro. Va a cantar en la parrila, seguro.
Ahora tenemos que esconder todo rápido y borrarnos.
Sin sacarse el abrigo entró al comedor. Entre los dos llevaron el baúl al fondo y lo metieron en el pozo junto a la tapia. Lo cubrieron con tierra y chapas y amontonaron los ladrillos encima. Pretendía parecer un montón de escombros olvidados de una obra nunca terminada. Roberto se sacudió la tierra de las manos.
Vamos, vamos, apurate.
Mientras Irma hablaba, nubecitas de vapor salían de su boca.
Terminemos con esto y andate de una vez.
Abril 1977

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