miércoles, 22 de junio de 2016

En esa época, los pibes leíamos historietas ...

Sin saber quien era, conocí el trabajo de Oesterheld a los 11 años en un tren en que regresaba anticipadamente desde Mar del Plata a Buenos Aires en el verano del 63/64.  Aunque mi madre, profesora universitaria en la carrera de Letras de la UBA, lo había prohibido expresamente mi abuela me compró un 3x1 de historietas que anunciaba el canillita de Témperley donde nos demoramos por horas para paliar mi burrimiento.
 





Oesterheld
Por Luis Bruschtein(publicado en la contratapa de Página12 - 22/06/2016)

“En esa época, los pibes leíamos historietas, menos televisión, nada de internet. Un día vine al kiosco de la estación y pedí la revista que siempre compraba para devorar las aventuras de Ernie Pike. Y levanto la cabeza y lo veo allí, parado junto a mí, Ernie Pike en persona. No lo podía creer, estaba allí el corresponsal aventurero en cuerpo presente. Me quedé mudo.” El relato es de Pablo Fernández Long, en ese entonces un joven vecino de Beccar, del lado bacán de las vías, a media cuadra de la estación. El kiosquero hizo las presentaciones. “Te presento a Héctor Oesterheld, pibe, no es Ernie Pike, pero es su creador.” El guión de la historieta era de Oesterheld y el dibujante lo había tomado como modelo para la imagen del protagonista.

Fernández Long lo contó el lunes, convocado por la agrupación Barrios por Memoria y Justicia, Zona Norte, al cumplirse un año de la muerte de Elsa Suárez de Oesterheld. Se colocó una baldosa recordatoria del militante popular y escritor de sueños y fantasías frente a la casa de esa familia que ya no existe. Una casa que también fue tomada como modelo por Solano López, el dibujante de otra historieta famosa de Oesterheld, El Eternauta: esa cuadra de casitas de alto con jardines y calles arboladas donde vive Juan Salvo. Estaba allí cuando comienza la mortífera nevada y está en el alma del eternauta en su eterno deseo de regresar.

“El Viejo” Oesterheld alquilaba ese chalet donde vivía con su familia. Ahora está en venta y ya tiene un cartel de “reservado”. Podría haberse convertido en la capital de la historieta en Argentina. Oesterheld es uno de los autores de historietas más renombrado en todo el mundo. Desde el “Sargento Kirk” renegado de la caballería norteamericana y amigo de los indios, hasta ese corresponsal bélico que respetaba a los japoneses y odiaba a la guerra, sumado al Eternauta, eterno luchador contra una invasión de extraterrestres en Buenos Aires y su inolvidable batalla en el estadio de River Plate, todas sus historietas se hicieron famosas en todo el mundo. Había razones suficientes para hacer ese museo Oesterheld allí donde vivió con su familia.

En el homenaje de ese lunes estaban los hermanos Pablo y Miguel Fernández Long, que eran vecinos y se hicieron amigos del hombre cálido que los invitaba a su casa para hablar de historietas y del mundo. En la vorágine de esos años, los amigos que se encontraban en ese chalet amarillo de la calle Rivadavia, en Beccar, comenzaron a cruzar la vía, donde el paisaje de los chalecitos y calles arboladas se transformaba en barrios humildes con casitas de chapa y paredes despintadas. Las hijas de Oesterheld comenzaron a militar en el barrio Los Sauces y se incorporaron a Montoneros. Las cuatro están desaparecidas.

“Si hay algo que me impresiona en esta época –me dijo Oesterheld a principios de los ‘70 en la cocina de mi casa en La Boca– es la valentía de esta generación. Yo admiro a los jóvenes de esta época y quisiera ser como ellos.” Compartíamos la militancia en el Bloque Peronista de Prensa en aquellos años. Yo tenía poco más de veinte años y por supuesto había leído varias veces las aventuras de todos sus personajes. Era generoso con ese don. Quería hacer un taller de guión “para los compañeros”, y nos invitaba invariablemente a un asado en su casa que nunca se pudo concretar. Siempre imaginé que esa frase tenía un sentido genérico, pero varios años después me di cuenta que en parte era así, pero que tenía su anclaje en el amor y la admiración que sentía por sus hijas y el mundo de jóvenes que circulaba por ese chalet amarillo, justo enfrente de la estación. Es el recuerdo de un tipo cálido, dispuesto a la amistad, sin atisbo de narcisismo y hasta daba la impresión de que le divertía esa fama casi fanática que despertaba en sus lectores con sus sueños de aventuras fantásticas y al mismo tiempo cercanas.

Fue un día raro este lunes en esa esquina, un lunes frío y nublado en esa esquina inusitadamente llena de veteranos y de jóvenes, la esquina de los sueños o la esquina de la aventura y también la esquina del dolor.

El Bichi fue otro de los que habló. Amigo de Oesterheld y de sus hijas, era dirigente del Barrio El Sauce, del otro lado de la vía, sobreviviente del grupo de Tareas de la ESMA. “Tengo que agradecerle –dijo– al compañero Cesar Nieto que fue el que avisó a todo el mundo del secuestro.” Nieto es un viejo militante del peronismo de Zona Norte, habló antes también, como amigo de Oesterheld. Un día raro con esa mezcla de veteranos y de jóvenes frente a esa casa donde todavía está la marca de los sueños. Estaba la Abuela de Plaza de Mayo, Delia Giovanola, que fue amiga y compañera de Elsa Sánchez, la única de la familia que sobrevivió para sobrellevar todo el dolor. Habló un nieto y hablaron los amigos y vecinos, que también alguno fue novio de una de las chicas y las acompañaron en su militancia, había veteranos de luchas y fundaciones, de derrotas y de algunas victorias. Y el locutor del acto era un veterano de Malvinas, Edgardo Esteban. Una mezcla que es bien argentina de dolores y alegrías, de caricias y puñetazos en el estómago. Oesterheld fue secuestrado en 1977 y se supone que sobrevivió hasta 1978 porque uno de sus captores era admirador de sus historietas.

Son otras épocas, los riesgos son diferentes, pero el afán de justicia es siempre el mismo y las nuevas generaciones alimentan la llamita de esa lucha que nos hace mejores como personas y como sociedad. La frase de Oesterheld vale para todos, como él admiró a esa juventud, los veteranos siempre se emocionarán con los jóvenes de todas las épocas que sientan ese afán de justicia.

Igual que la frase de la baldosa por la memoria que quedó en la vereda de la casa de Juan Salvo, del sargento Kirk o del falso Ernie Pike que era su creador, “El Viejo” Oesterheld, con su mujer Elsa y sus cuatro hermosas hijas, una frase que también quedará en la tinta que escribe de la fantasía y de los sueños:

“Aquí vivió y creó sus personajes Héctor Germán Oesterheld, Militante popular-Escritor creador de El Eternauta detenido-desaparecido el 27-04-1977 por el terrorismo de Estado”.

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