Aquel que en los años de la dictadura recorría los centros clandestinos de detención manejados por Camps y Etchecolatz.
Aquel que visitaba a los prisioneros e intentaba quebrarlos emocionalmente.
¿PARA QUÉ QUIERE EL SALMO?
¡EL SALMO ES MÍO!
Y la España que se llevó la canción se llevó el salmo también. Jamás oí en las catedrales españolas un salmo afilado que se pudiese clavar en el cielo, en la tierra o en la carne del Hombre.
Y siempre me preguntaba al entrar a las iglesias: ¿dónde estará el salmo? ¿dónde le habrán escondido los canónigos?
Durante el expolio de la última guerra española, lo encontré. Lo habían guardado los sacristanes en una vitrina y allí lo retenían como un idolillo inútil ya y sin sentido, para que lo contemplasen la erudición eclesiástica, los poetas pedantes y los turistas.
En Medellín, cuidad clara, ubérrima y levítica de Colombia, la prensa reaccionaria que como en todas partes vive de la calumnia asalariada, dijo en coro cuando pasé ya hace un año por allí, que yo era un rojo sacrílego que había robado los cálices y las joyas de las iglesias.
Pero no fué eso lo que robé. Fue algo más sagrado... Lo que me robé fue el salmo. Diré como pasó. Al final de la contienda, allá por los últimos días del año 1938, cuando los "rojos" se habían incautado de las iglesias y de los ornamentos sagrados (de los utensilios y de los cubiletes de los malabaristas y de los mercaderes del templo), yo me llevé el salmo.
Denunciadme al Sumo Pontífice, dadle mis señas, mostradle mi cédula (este libro es mi cédula).
Decidle que eso que va aullando en la ráfaga negra del viento por todos los caminos de la Tierra... es el salmo. Y que yo me lo llevo, que me lo llevo en mi garganta, que es la garganta rota y desesperada del Hombre a quién él ha dejado sin altar y sin tabernáculo.
No me lo robo. Me lo llevo... ¡lo rescato! El salmo es mío... ¡del poeta!... El salmo es una joya que les dimos en prenda los poetas a los sacerdotes.
¡Fué un préstamo!
Y ahora me lo llevo.
Cuando los arzobispos bendicen el puñal y la pólvora y pactan con el sapo iscariote y ladrón... ¿para qué quieren el salmo?
El poeta lo rescata... se lo lleva.
Porque el salmo es del poeta...
¡Mío!...
¡El salmo es mío!
León Felipe
ESPAÑA E HISPANIDAD
MÉXICO - BOGOTÁ
1942 - 1946
No hay comentarios.:
Publicar un comentario