lunes, 16 de marzo de 2009

Tarea para el hogar

Hace poco a Eugenia (12 años) le pidieron que como tarea para el hogar, un testimonio de un familiar, amigo, vecino o persona cercana que recordara una vivencia de los tiempos de la dictadura.
Cuando se lo pidió a su mamá, ésta dudó, dudó mucho pero al fin escribió lo que sigue y luego lloró:
Eugenia me pidió que escribiera algún testimonio, algo que nos hubiera pasado durante la dictadura…

Camino por la calle y pienso pienso que le voy a contar, que cosa que ya no hayamos hablado… algo que nos haya pasado…
Y me decido, mi testimonio tiene que ver conmigo.

Yo nací en marzo de 1976… apenas unos días después del golpe… sobrina, nieta e hija de militares…

Durante muchos años para mí, decir a qué se dedicaba mi familia estaba prohibido, me estaba prohibido ir a casa de compañeritos/as, compartir una tarea o salir a jugar.
Había que mentir, no porque estuviéramos en peligro… solo por la costumbre mentir.

Una profesión no condena ni te hace mala persona, lo que te define son tus actos, me dijeron alguna vez… Pero este no fue el caso… no puedo decirles que ellos fueron diferentes… aunque lo desearía profundamente…

Y desde que entendí lo que significa el terrorismo de estado, lo que significa la justicia, la defensa de la dignidad humana por sobre todas las cosas, la lucha por un ideal de justicia y un mundo mejor… desde entonces, reconstruyo algo que mi generación busca… identidad.

Soy parte de una generación que perdió su identidad y que busca a hermanos y hermanas, que busca padres y madres, abuelas, que busca familia.

Soy de las que entendió el horror cuando volvían los centros de estudiantes y las marchas del boleto estudiantil a fines de los 80, soy de las que entendió con dolor y vergüenza que no podía compartir una mesa, una charla un abrazo, con alguien que había hecho tanto daño y que no sentía ningún arrepentimiento.

Yo no entendía mucho, pero cuando tuve la edad para entender, lo que se instaló en mí fue un profundo miedo. Un miedo arraigado en la niñez- en la violencia incomprensible…

Miedo, miedo, miedo… decirlo me reconforta, poder hablar, poder decir…

¿Cómo se perdona? ¿Cómo se olvida?

Liberarnos… liberarme…

Y desde que fui mamá… entendí que lo más preciado que podía dejarle a mi hija, era el orgullo, no el orgullo inútil, si no aquel que te permite hablar con libertad, amor, y alegría sobre tus padres, hablar con orgullo y dignidad…
Eso es lo que me distingue… eso es lo que intento, eso es lo que define la identidad y la nueva familia que hemos construido…
A veces siento el miedo todavía… y me pregunto cómo hacer para que se vaya…

Solo con
justicia… esa será la única forma de que perdamos el miedo…

Hasta la próxima

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