Los diarios donde aún se hace periodismo con cierta profesionalidad al delincuente genocida de Videla lo nombran como lo que es, un dictador.
En cambio en los folletos basura de propaganda para operaciones políticas reaccionarias cómplices de aquellos crímenes cometidos por el asesino lo caracterizan como ex, así lo designan como si el de dictador fuera un cargo político que ya no ocupa, legítimo como en la antigua Roma.
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