lunes, 1 de noviembre de 2010

Allí en la plaza


El paso del tiempo, los bombardeos, los fusilamientos, las proscripciones, los secuestros, las torturas, las desapariciones forzadas, las apropiaciones no pudieron.

Los hechos de la semana pasada, disparados por la noticia de la desaparición física del ex presidente lo demuestran.

Allí estaba, viva, la resistencia popular abisagrada irremediablemente a la figura que la representó de la mejor manera posible.


Lo mas interesante de todo es que no fue la muerte del líder lo que produjo el fenómeno de movilización social del que fuimos a la vez actores y testigos.

Lo que todos, tanto propios como ajenos, vimos y sentimos entre la tarde del miércoles y la noche del sábado, fue simplemente la erupción de una multiplicidad de hechos y sentimientos individuales que socialmente enhebrados se venían desplegando silenciosamente desde mucho tiempo antes bajo la superficie y que con la muerte de Kirchner se visibilizaron abruptamente, quedaron expuestos, emergieron a la superficie decarnadamente, en forma de pacífica erupción y por encima de la imagen de sociedad que cotidianamente construida por los medios todo lo cubre y lo contamina.

Ellos, los medios, aunque intentaron resistirse, finalmente también terminaron por rendirse voluntariamente ante el hecho multitudinario y se dedicaron simplemente a hacer lo suyo, o sea difundirlo.

Es posible que las consecuencias de esta cruda exposición de las relaciones explícitas que caracterizan el rudo hecho social de la relación del líder con el pueblo y viceversa sigan propagándose hacia el futuro durante muchos años cual otros antes. Uno aprende de esta manera dolorosa que será imposible una "lectura correcta" del pasado pero con un poco de imaginación se acercará a ella.

Fue, como en otras oportunidades del pasado, una divisoria de aguas.

Allí en la plaza me encontré con mis hijos y con viejos lejanos conocidos, y con nuevos amigos que no conocía, y con los cieguitos que en fila cruzaban lentamente la disciplinada coluna de los estibadores portuarios, con los camioneros de moyano desencuadrados, y con amigos maestros y con discapacitados en sus sillas de ruedas, con mi amiga olvidada y con la profe de la facu, y con adolescentes lloricosos que se ocultaban tímidamente en los rincones y con elegantes señoras tristes, con señores serios, con niños a poco de nacer en brazos de padres asombrados, con madres y con sus hijos down, con cartoneros y pibes no-chorros porque niguno nace para eso, con mujeres de piel oscura, con cuarentonas solas con su perro K en el bolso y con jóvenes miles de jóvenes.

Intelectuales y amas de casa, domésticas, porteros, obreros, oficinistas, inmigrantes nuevos y de los otros, paraguayos y españoles y hasta chinos había. Y salteños y fueguinos y uruguayos y bolivianos del ´54 y mapuches y . . .

Estaban todos.
Estaban hasta los que no estaban.

Allí, pues, todos juntos nuevamente reconociéndonos una vez más, distintos pero iguales y pensando ...

¿ . . .y ahora que vamos a hacer con esto?

Hasta la próxima.

imagenes propias

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Abuelas de la Plaza