viernes, 4 de junio de 2010

No me confundan que estoy confundido


Matrimonio entre personas del mismo sexo: análisis crítico

El doctor Jorge Nicolás Lafferriere egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, con nueve de promedio general, entre otras cosas Secretario Ejecutivo de Fe y Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) y actual columnista habitual de Valores Religiosos , suplemento puesto al servicio del CEA por multimedio monopólico fundado por Noble, dedica una columna a desarrollar un análisis crítico del proyecto de ley que ha sido aprobado por la Cámara de Diputados y está siendo tratado en éstos días por la Cámara de Senadores.

Inscritpto en el marco de una agresiva campaña lanzada por la Iglesia Católica Apostólica Romana en Argentina (ICAR) que parece pretender encabezar una supuesta rebelión social contra cualquier posible modificación de la actual ley que regula el instituto del matrimonio en nuestro país basada ante todo en la confusión en que se pretende hacer caer a inadvertidos, es el de Lafferriere un discurso interesante para analizar a la luz del concepto de acciones que "propenden a la confusión" atribuidas a quienes desean y apoyan los cambios propuestos.

Según Lafferriere, el matrimonio “El matrimonio no es una simple etiqueta…” ya que “…expresa esa peculiar institución humana que ofrece el mejor ámbito para la entrega mutua entre hombre y mujer que está en la base de la transmisión de la vida humana.”

En sus afirmaciones el autor confunde de manera impedonable, dada su formación académica, dos conceptos que provienen de bases teológicas, filosóficas y antropológicas y científicas sustancialmente distintas.

Es sabido y aceptado en los más diversos ámbitos y muy especialmente en el del derecho, que el matrimonio es una institución que resulta la expresión local de un hecho social universal y que tal se da en todas las sociedades y que adopta las características que cada sociedad en particular “desea” asignarle en cada circunstancia histórica de su existencia.

Es decir la significación, que dicha institución contiene dependen enteramente de una suerte de “voluntad social colectiva” que decide el espíritu y los contenidos específicos que se le atribuyen como resultado de una larga y compleja interacción de racionalidad, espiritualidad y tradición que cada sociedad particular produce y manifiesta tener y que resulta en general el producto de una especial, particular modo de dominación social que se pretende reproducir.
Los diferentes ejemplos al respecto son vastos en el tiempo y el espacio y el autor los conoce.

Aparecen en el dicurso del autor los conceptos de sexualidad y reproducción biológica sexuada de tal manera ensamblados con los conceptos de matrimonio y familia que el resultado consiste en la creación de un monstruo dialéctico cual es la confusa fusión del acto sexual en sí y sus posibles consecuencias biológicas, la concepción, el embarazo y el nacimiento de un nuevo ser que de él pudieren resultar, todos hechos y acontecimientos de indiscutible "naturalidad" en el sentido de la poca o ninguna intervención del raciocinio y la libertad de elección del hombre en los procesos biológicos involucrados una vez iniciado el proceso, con construcciones sociles tales el matrimonio y la familia, instituciones que son productos definitivamente culturales ya que han sido creados por el hombre social en uso de sus capacidades de razon y grados de libertad de elección en la sociedad como instituciones reguladoras de las particulares maneras de administrar aquellos actos “naturales” como es la forma de reproducción sexuada  que tiene el ser humano en tanto maífero vertebrado para ponerlas al servicio de la reproducción de un particular modelo de sociedad.

Cuando asegura que “La sexualidad no reproductiva, más allá de las consideraciones que puedan formularse, no entra en la consideración jurídica de la institución matrimonial, justamente porque carece de la virtualidad de transmitir la vida.”, al señalar que la actual ley de matrimonio deja fuera el aspecto de la  sexualidad no reproductiva, visibiliza claramente aquella característica cultural y por lo tanto “política” que tiene la particular forma institucional del matrimonio sostenidapor el modelo de reproducción social que él mismo sostiene, defiende y propugna y que es asimismo el de un gran número de personas en nuestra sociedad.

Se reafirma Lafferriere en este criterio de que el matrimonio es un instituto social y objeto de derecho cuando afirma que "A su vez, la sexualidad reproductiva lleva implícita una normatividad y una juridicidad que sólo se expresa plenamente en la institución del matrimonio. Por eso, el matrimonio no es simple regulación jurídica de una relación afectiva." y agrega que " Es una unión mucho más profunda y totalizante, que de suyo está ordenada hacia el bien de la procreación, como así también hacia el bien de la unión entre los esposos."

Como avezado experto en derecho el autor habla entonces de una normativa, cual es la ley dictada por un cuerpo social de acuerdo con las normas y procedimientos que este particular cuerpo social (el nuestro) acepta como válidos para este objeto (dictar leyes), y que expresa la intención de la preservación de un bien social (que es los que habitualmente se busca con las leyes) sea éste el "...bien de la procreación", es decir que la norma actual siguiendo el dictado de la sociedad que la promulgó en su momento se apropia de de un hecho natural y lo regula y lo pone al servicio de los que en ese momento histórico habría de ser preservado. No discutimos si eso está bien o mal, solo pretendemos demostrar que sexo no es igual a matrimonio.

Habiendo quedado claro que de lo expresado por Lafferriere se deduce que sexo y matrimonio son cosas diferentes, la una natural y la otra artificial. Queda claro que por mandato de cada sociedad en cada coyuntura histórica la segunda se apropia de la primera.

Esto no es lo que dice el doctor Lafferriere, esto no es lo que propaga la ICAR.

Queda entonces discutir la cuestión de fondo, que para este artículo no es que tipo de matrimonio defendemos.

La pregunta es ¿quién es el que confunde?
Los legisladores que aprueban la ley y todos los que acuerdan con ellos o los que la atacan con argumentos falaces atribuyendo supuestas naturalidades que la iglesia misma y sus voceros reconocen como constructos sociales.

Cuando leemos que "Como han dicho los Obispos argentinos, "la unión de personas del mismo sexo carece de los elementos biológicos y antropológicos propios del matrimonio y de la familia. Está ausente de ella la dimensión conyugal y la apertura a la transmisión de la vida" nos queda clara y visible la intencionalidad de confundir.
No es aceptable pensar que los Obispos no reconocen la falaz contradicción de su discurso.

Es que si que de verdad aceptan los dictados de la lógica y la razón como fuente de verdad como a veces pareciera, entonces el no respeto a esos dictados los convierten en mendaces manipuladores de las opiniones. Mas les valdría en pos de preservar el valor de su prédica en fundar sus discursos en la verdad y la fe.

No es que este artículo pretenda dar valor de verdad absoluto a una posición sobre la otra, para los los líderes religiosos que dicen creer en verdades reveladas sería un camino no recomendable el de la razón y la lógica como fuente alternativa de validación de la verdad revelada, por otra parte es sumamente criticable la posición de aquellos que desechando toda posibilidar de acceso a la verdad por fuera de la ciencia, y por lo tanto se plantan en posiciones tan irreductibles y absolutas cual cerrado teólogo fundamentalista, a sabiendas de lo imperfecto e incierto de ese camino.

Pues bien la crítica entonces apunta al tema de la confusión premeditadamente provocada para lograr la aceptación por parte de personas que inadvertidamente caen en esas trampas encandilados por el brillo sagrado y los lugares comunes.


Bien harían entonces estos señores de la fe a la causa de su fe producto de la insoslayable espiritualidad y religiosidad que forma parte inherente del ser humano, si abandonaran definitivamente el camino de la hipocresía, expusieran su fe y hablaran con la verdad y desde allí se sometieran juicio de aquellos sobre los que pretenden influir con sus ideas tal parecía ser la intención de los profetas descriptos en el discurso bíblico.

Hasta la próxima.

imagen http://www.valoresreligiosos.com.ar/ver_nota.asp?Id=20921

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