domingo, 26 de febrero de 2012

No, no, perá. Una conquista no habilita una desgracia.

Esperándola
Copio y pego.
Me lo traje entero, completo, desde Acquaforte, sin pedir permiso.
Lo recomendó un amigo virtual, uno de esos tipos que uno cree que conoce porque compartió algún "Me gusta" en un incierto muro fasebuquero, o una putiada o una reflexión políticamente incorrecta.
No sé si comparto todo o parte, igual no importa demasiado.
Coincido con lo sustancial que es poner lo central en el hecho político que sin dudas será lo que la presidenta haga a partir del martes, no importa lo que sea lo que haga, porque desde "nada" hasta "todo" será tal vez uno de los hechos políticos mas importantes en lo que va del 3er mandato.

Aguanto a la presidenta desde lo mas grasoso y  bullanguero del peronismo del ´45, nutrido de las vivencias sangrientas y oscuras de los ´70s convencido de que ella es peronismo puro en pleno siglo XXI,comparto con el PoioDiablo , el tipo en cuestión merece ser leído.

Por tanta muerte amontonada a fuerza de plata escamoteada y ambiciones consumadas, pero también por todos los que nos incluimos en ese símbolo vivo que fué el pedido de silencio y de respeto de los papás de Lucas, el 51.

Al borde del andén
No nos corramos todavía del foco. Poco tiempo y mucha gente que murió hacen necesario que todavía nos detengamos ahí, al borde del andén. Gente que no debía morir. Ni siquiera existe esta vez el elemento de cierta co-responsabilidad como en Cromañon, donde la chispa del fuego corrió por parte de las propias víctimas. Los 51 eran personas que  aguantaban un viaje cotidiano molesto, peligroso, incierto. Gente que, una vez abajo del tren, la estaba pasando mejor. Que seguramente había hecho unas merecidas vacaciones este año o, al menos, ahora podía soñar con eso. Decir que “eran nuestros”, como se leyó por ahí, es una pelotudez y una falta de respeto. Eran, sí, parte de este momento, eran parte de la razón por la que muchos hacen política. Eran, al fin de cuentas, eso que los sociólogos llaman “sujeto”. Si eso existe, los 51 eran parte, sin dudas. Habría entonces que invertir las declaraciones oficiales, cuando se aclaró torpemente que la magnitud del accidente fue porque en los trenes viaja mucha gente desde que se recuperó el trabajo. No, no, perá. Una conquista no habilita una desgracia. Al revés,  hace a la desgracia más dolora. Porque se murieron esperanzas. Gente que, probablemente, el “modelo” había ayudado. Algo, mucho, poco, no importa. Lo incompleto de ese mismo “modelo” tuvo que ver en sus muertes. Tampoco, todavía, podemos saber cuanto, pero la inexistencia de cambios profundos en el sistema de concesiones entrado el tercer mandato, ya dice algo. Pero volviendo al andén, al foco del crimen, hay ahí, inevitablemente, una necesidad de venganza, en el mejor sentido que puede entenderse. Un “precio” que se debe pagar, más allá de las justicia que tenga o no. 51 muertes merecen una venganza simbólica, que nuestro sistema republicano permite que sea incruento, con derechos humanos y seguridad jurídica. Tal vez no sea justo, tal vez pague por un accidente un excelente funcionario. Y bueno, menos justo es tomarse un tren y terminar abajo de una tonelada de fierros. No es el fondo de la cuestión ni mucho menos, pero hace a cierta humanidad, políticamente necesaria. Frente al sujeto-víctima la política debe mostrarse, hoy, débil, golpeada, chiquita. Y la imagen de fortaleza reservarla para la reunión con TBA.  Salgamos del andén.
Cuando se dice que “una demanda cumplida genera una demanda nueva”, no siempre se tiene en cuenta que, aunque es así, las formas en que se opera esa dialéctica, son raras. Si en este caso la demanda cumplida era tener laburo, una forma de viajar barata (aunque me juego que la mayoría de los usuarios pagaría más por un mejor servicio. Y también esto:  la sintonía fina podría incorporar estrategias para que sean los jefes de esos usuarios-laburantes los que paguen un tren decente para su mano de obra), la demanda nueva no vino en forma de protesta organizada, sino de masa comprimida y accidentada adentro de vagones. Ahí está la demanda. Más contundente imposible. Ahora no hay vuelta atrás, nos “pusieron una agenda”, y sí. El “sujeto” corrió por izquierda, por puro esfuerzo diario de bancarse viajar en condiciones que terminaron siendo mortales.
Una cosa importante, para no perder el eje, en estos días calientes: seguimos estando en una situación populista. Ella y el pueblo. El proyecto y los votantes. El resto no existe, son irrelevantes. Por eso hay que hacerse cargo, porque no hay otros. Por eso es una preocupación legítima preguntarse por los tiempos y silencios de Cristina. Porque ahí está todo. Y ahí está todo, porque así lo decidió la gente hace muy poco. Así es la democracia modelo 2012. No es, como sueñan ilusamente trotskistas de derecha y de izquierda, que “esto abre una nueva situación política”. Las bolas. Esto refuerza la necesidad de una respuesta en términos kirchneristas puros (como, en definitiva, ellos mismos piden). Y si no se hace, si algo en el camino se extravía, si por alguna razón extraña el silencio y la inacción se apoderan de los despachos oficiales, vamos a ser incoherentes con el mandato popular, y ahí sí, tal vez se abra “una nueva situación política”.  Confiamos, esperamos, pedimos que así sea. Unido a esto, una nota al margen. Cuando nos y se preguntan por qué cornos todavía este proceso tiene la vitalidad política que tiene, vean lo que pasó estos días. Vean las fisuras, los reclamos desde adentro, las puteadas de los supuestos hiperrecontra k, lo lejos que se estuvo del modelo “goebbels” para cubrir y debatir lo que pasó en los medios oficiales. Ni que hablar de lo que pasó en los  medios menos orgánicos como los blogs, twitter, etc. Acá se debate, no se banca cualquier cosa, y se putea cuando es necesario. No es momento de festejos (ahí estuvo la mejor actitud presidencial hasta ahora, declarando el duelo nacional y levantando el carnaval “federal, popular y latinoamericano”, un toque sobregirando la alegría veraniega me parece…) sino de responder con audacia, imaginación, fortaleza. Necesitamos kirchnerismo. Lo pedimos los kirchneristas.

 Hasta la próxima

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